Julia corriendo en plena naturaleza es ¡¡¡feliz!!!...
Mi hija Julia tiene veinte años y crece paralelamente al blog que inspiró, por eso anualmente anoto cada cambio de edad.
Tiene Autismo "no verbal".
Usted es gord@, usted es calv@, usted es alt@, usted es baj@; usted lleva gafas; usted utiliza bastón.Tú tienes acné, tú estás en pleno estirón, a tí te está cambiando la voz.
¿Es mi mirada lastimera, reprobatoria o de conmiseración?.¿Acaso cuchicheo ante tu poblada cara llena de granos o tu atiplada voz o miro, con atención, el bastón que usted usa para caminar?. Pues no miren así a mi hija, no se lo merece y yo tampoco.

martes, 10 de abril de 2012

JULIA ES “MUY ESPECIAL” (M.A.M.)




     
                                                                                                                                                                       
JULIA ES “MUY ESPECIAL”

Tardes como las de hoy me hacen darme cuenta, me recuerdan cruelmente que Julia no

no es una niña como las demás…y también me hacen pensar que debe tener un ángel

que la protege constantemente.

A lo largo de su vida, desde siempre, le ha gustado tirar objetos por las ventanas o por la

Terraza. Recuerdo que cuando reformamos esta casa, en la que ahora vivimos Celia,

Julia y yo, pedimos que nos pusieran cerraduras en todas las ventas de la casa…¡¡¡a los

seis meses no funcionaba ninguna…las había forzado toda!!!.

Ahora he optado por los candados, estéticamente más feos pero más efectivos porque le

impide la entrada a la habitación; mañana compraré el correspondiente al salón.

Pero, lo que más de sorprende de todo es que jamás, nada de lo que ha tirado a la calle

le haya caído en la cabeza a nadie…y ha tirado: paraguas, sombrillas, hinchadores de

ruedas de bicicleta, jalones usados por su padre en los trabajos de campo (jalones que

rematan en una punta para clavar en el suelo).

Ya recibí en su día la visita de la policia porque había una niña tirando objetos a la “vía

publica”; ese día no tiró la bicicleta de milagro, pero aún recuerdo la vergüenza que

pasé, en plena calle, en pijama, recogiendo todo lo arrojado por Julia e inspeccionando

que ningún coche había sufrido ningún desperfecto, mientras todas las señoras estaban

asomadas a sus balcones contemplando en “espectáculo”.


En días como hoy también me doy cuenta que Julia jamás disfrutará de la vida como lo

 hace su hermana Celia, quien hoy, como se celebra la festividad de los “ Hüevos PIntos

de la Pola”, lleva desde las 4 de la tarde en las barracas con sus amigas…Julia, no, Julia

no tiene amigos; a Julia le molestan los ruidos de las barracas, los tumultos.

Yo a veces me autengaño y pienso que he pasado por todas las fases del duelo pero no

es verdad.

No existe un tiempo fijo para vivir el duelo. Cada cual necesitará su tiempo. Y sólo

nosotros podemos marcar el tiempo que necesita nuestro ser para poder considerarse recuperado. Pero sólo cada  de nosotros sabe lo que necesita.

Integrar el duelo es todo un proceso que tiene como intención reconocer el dolor que

nos produce la situación.

Aceptar que nos duele, manifestar el dolor e iniciar el camino de regreso a la realidad y

a nuestro propio orden de las cosas





Etapas descritas por la Dra. E. Ross

1) Negación y aislamiento: la negación nos permite amortiguar el dolor ante una

noticia inesperada e impresionante; permite recobrarse. Es una defensa provisoria y

pronto será sustituida por una aceptación parcial: "no podemos mirar al sol todo el

tiempo".


2) Ira: la negación es sustituida por la rabia, la envidia y el resentimiento; surgen todos los por qué.
 Es una fase difícil de afrontar para los  y todos los que los rodean; esto se debe a que la ira se desplaza en todas direcciones, aún injustamente. Suelen quejarse por todo;
todo les viene mal y es criticable. Luego pueden responder con dolor y lágrimas, culpa o
vergüenza





3) Pacto o negociación: ante la dificultad de afrontar la difícil realidad, mas el enojo

con la gente y con Dios, si se es creyente, surge la fase de intentar llegar a un acuerdo

para intentar superar la traumática vivencia.



4) Depresión: cuando no se puede seguir negando la persona se debilita, adelgaza,

aparecen otros síntomas y se verá invadida por una profunda tristeza. Es un estado, en
general, temporal y preparatorio para la aceptación de la realidad en el que es

contraproducente intentar animar al doliente y sugerirle mirar las cosas por el lado

positivo: esto es, a menudo, una expresión de las propias necesidades, que son ajenas al

doliente. Si se le permite expresar su dolor, le será más fácil la aceptación final y estará

agradecido de que se le acepte sin decirle constantemente que no esté triste. Es una

etapa en la que se necesita mucha comunicación verbal, se tiene mucho para compartir.

Tal vez se transmite más acariciando la mano o simplemente permaneciendo en silencio

a su lado. Son momentos en los que la excesiva intervención de los que lo rodean para

animarlo, le dificultarán su proceso de duelo. Una de las cosas que causan mayor

turbación en los padres es la discrepancia entre sus deseos y disposición y lo que

esperan de ellos quienes los rodean.




5) Aceptación: quien ha pasado por las etapas anteriores en las que pudo expresar sus

sentimientos -su envidia por los que no sufren este dolor, la ira, y la depresión-

contemplará el próximo devenir con más tranquilidad. No hay que confundirse y creer

que la aceptación es una etapa feliz: en un principio está casi desprovista de

sentimientos. Comienza a sentirse una cierta paz, se puede estar bien solo o

acompañado, no se tiene tanta necesidad de hablar del propio dolor... la vida se va

imponiendo.

Esperanza: es la que sostiene y da fortaleza al pensar que se puede estar mejor y se

puede promover el deseo de que todo este dolor tenga algún sentido; permite poder

sentir que la vida aún espera algo importante y trascendente de cada uno. Buscar y

encontrar una misión que cumplir es un gran estímulo que alimenta la esperanza.














































































































































Tardes como las de hoy me hacen darme cuenta, me recuerdan cruelmente que Julia no

no es una niña como las demás…y también me hacen pensar que debe tener un ángel

que la protege constantemente.

A lo largo de su vida, desde siempre, le ha gustado tirar objetos por las ventanas o por la

Terraza. Recuerdo que cuando reformamos esta casa, en la que ahora vivimos Celia,

Julia y yo, pedimos que nos pusieran cerraduras en todas las ventas de la casa…¡¡¡a los

seis meses no funcionaba ninguna…las había forzado toda!!!.

Ahora he optado por los candados, estéticamente más feos pero más efectivos porque le

impide la entrada a la habitación; mañana compraré el correspondiente al salón.

Pero, lo que más de sorprende de todo es que jamás, nada de lo que ha tirado a la calle

le haya caído en la cabeza a nadie…y ha tirado: paraguas, sombrillas, hinchadores de

ruedas de bicicleta, jalones usados por su padre en los trabajos de punta (jalones que

rematan en una punta para clavar en el suelo).

Ya recibí en su día la visita de la policia porque había una niña tirando objetos a la “vía

publica”; ese día no tiró la bicicleta de milagro, pero aún recuerdo la vergüenza que

pasé, en plena calle, en pijama, recogiendo todo lo arrojado por Julia e inspeccionando

que ningún coche había sufrido ningún desperfecto, mientras todas las señoras estaban

asomadas a sus balcones contemplando en “espectáculo”.


En días como hoy también me doy cuenta que Julia jamás disfrutará de la vida como lo

 hace su hermana Celia, quien hoy, como se celebra la festividad de los “ Hüevos PIntos

de la Pola”, lleva desde las 4 de la tarde en las barracas con sus amigas…Julia, no, Julia

no tiene amigos; a Julia le molestan los ruidos de las barracas, los tumultos.

Yo a veces me autengaño y pienso que he pasado por todas las fases del duelo pero no

es verdad.

No existe un tiempo fijo para vivir el duelo. Cada cual necesitará su tiempo. Y sólo

nosotros podemos marcar el tiempo que necesita nuestro ser para poder considerarse recuperado. Pero sólo cada  de nosotros sabe lo que necesita.

Integrar el duelo es todo un proceso que tiene como intención reconocer el dolor que

nos produce la situación.

Aceptar que nos duele, manifestar el dolor e iniciar el camino de regreso a la realidad y

a nuestro propio orden de las cosas





Etapas descritas por la Dra. E. Ross

1) Negación y aislamiento: la negación nos permite amortiguar el dolor ante una

noticia inesperada e impresionante; permite recobrarse. Es una defensa provisoria y

pronto será sustituida por una aceptación parcial: "no podemos mirar al sol todo el

tiempo".


2) Ira: la negación es sustituida por la rabia, la envidia y el resentimiento; surgen todos los por qué.
 Es una fase difícil de afrontar para los  y todos los que los rodean; esto se debe a que la ira se desplaza en todas direcciones, aún injustamente. Suelen quejarse por todo;
todo les viene mal y es criticable. Luego pueden responder con dolor y lágrimas, culpa o
vergüenza





3) Pacto o negociación: ante la dificultad de afrontar la difícil realidad, mas el enojo

con la gente y con Dios, si se es creyente, surge la fase de intentar llegar a un acuerdo

para intentar superar la traumática vivencia.



4) Depresión: cuando no se puede seguir negando la persona se debilita, adelgaza,

aparecen otros síntomas y se verá invadida por una profunda tristeza. Es un estado, en
general, temporal y preparatorio para la aceptación de la realidad en el que es

contraproducente intentar animar al doliente y sugerirle mirar las cosas por el lado

positivo: esto es, a menudo, una expresión de las propias necesidades, que son ajenas al

doliente. Si se le permite expresar su dolor, le será más fácil la aceptación final y estará

agradecido de que se le acepte sin decirle constantemente que no esté triste. Es una

etapa en la que se necesita mucha comunicación verbal, se tiene mucho para compartir.

Tal vez se transmite más acariciando la mano o simplemente permaneciendo en silencio

a su lado. Son momentos en los que la excesiva intervención de los que lo rodean para

animarlo, le dificultarán su proceso de duelo. Una de las cosas que causan mayor

turbación en los padres es la discrepancia entre sus deseos y disposición y lo que

esperan de ellos quienes los rodean.




5) Aceptación: quien ha pasado por las etapas anteriores en las que pudo expresar sus

sentimientos -su envidia por los que no sufren este dolor, la ira, y la depresión-

contemplará el próximo devenir con más tranquilidad. No hay que confundirse y creer

que la aceptación es una etapa feliz: en un principio está casi desprovista de

sentimientos. Comienza a sentirse una cierta paz, se puede estar bien solo o

acompañado, no se tiene tanta necesidad de hablar del propio dolor... la vida se va

imponiendo.

Esperanza: es la que sostiene y da fortaleza al pensar que se puede estar mejor y se

puede promover el deseo de que todo este dolor tenga algún sentido; permite poder

sentir que la vida aún espera algo importante y trascendente de cada uno. Buscar y

encontrar una misión que cumplir es un gran estímulo que alimenta la esperanza.

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