Julia corriendo en plena naturaleza es ¡¡¡feliz!!!...
Mi hija Julia tiene veinte años y crece paralelamente al blog que inspiró, por eso anualmente anoto cada cambio de edad.
Tiene Autismo "no verbal".
Usted es gord@, usted es calv@, usted es alt@, usted es baj@; usted lleva gafas; usted utiliza bastón.Tú tienes acné, tú estás en pleno estirón, a tí te está cambiando la voz.
¿Es mi mirada lastimera, reprobatoria o de conmiseración?.¿Acaso cuchicheo ante tu poblada cara llena de granos o tu atiplada voz o miro, con atención, el bastón que usted usa para caminar?. Pues no miren así a mi hija, no se lo merece y yo tampoco.

jueves, 29 de octubre de 2015

"¡BENDITA ADOLESCENCIA DE JULIA"! (M.A.M.)

¡ Bendita adolescencia de Julia!.

Sí, digo bien, bendita adolescencia de Julia. Ya lo he contado en anteriores "post"; cuando Julia cumplió 12 años empecéa buscar información sobre la repercusión que podía tener en ella la entrada en la pubertad. Prácticamente no encontré nada; aún en la actualidad, si ya existe un gran desconocimiento sobre el Autismo en niños...¡no digamos en niñas!, ya que los diagnósticos de TEA son cuatro veces más frecuentes en varones que en mujeres.

Como pasa con casi todo, el paso del tiempo te da una experiencia que mitiga la falta de información. Ahora puedo decir que a Julia, la entrada en la adolescencia no le ha afectado de un modo dramático. Su comportamiento apenas ha cambiado. Sí es cierto que existe un cierto "despertar sexual" que, una vez controlado, es bastante llevadero y alguna inestabilidad física y emocional los días en los que tiene el período. Salvo eso, Julia sigue siendo la misma persona cariñosa, mimosa, besucona de siempre.

No quiero caer en la ingenuidad. Julia sigue teniendo los mismos problemas que su Autismo conlleva pero, a día de hoy...¡DÁDME MIL ADOLESCENCIAS COMO LA DE JULIA".

Ayer...¡nueva bronca con mi hija Celia!. 

Celia tiene 16 años. Es estudiosa (su nota media oscila entre el sobresaliente y el notable alto) y...hasta ahora, era madura. Pero su adolescencia la ha transformado. Conmigo es una lucha silenciosa constante. Parece que he pasado a convetirme en su principal enemiga. Si siempre ha sido poco cariñosa...ahora es igual que un erizo. Nunca habla, a no ser que le preguntes y, aún así, es difícil "sacarle" más allá de un sí o un no.

Su última batalla es la hora de llegada a casa los viernes o sábados por la noche. Literalmente, me está volviendo loca. No puedo hablar con los padres que presuntamente van a ir a recogerlas, a ella y sus amigas, porque muestro poca confianza. No puedo marcar un horario lógico porque, entonces, soy una " vieja incomprensiva de otra época" que quiere convertirla en la "rarita del grupo, en la amargada, en la frustrada". Prácticamente, debo de darle las gracias porque estudie. Pero por ahí no paso. Yo sé lo que es "chapar" (como se decía, el siglo pasado, en Madrid) en el instituto y en la Universidad. Si yo me hubiese atrevido a contestar a mi madre como Celia lo hace conmigo...el castigo o el bofetón que yo hubiese recibido me habría quitado las ganas de volver a "soltarle" a mi madre algunas de las " lindezas" que yo tengo que oír. Pero yo, aunque era respondona, fui una adolescente atípica. La anorexia nerviosa que sufrí durante mucho tiempo y que se inició a los 15 años convirtió mi adolescencia en atípica. Recuerdo lo que le angustiaba a mi madre que yo no quisiese salir.

Pero bueno...a lo que iba...¡bendita adolescencia de Julia!. Tengo la esperanza de que en un par de años, Celia vuelva a ser la niña maravillosa que siempre fué...pero jamás pensé que iba a llegar un momento en el que mi foco de preocupación principal fuese a ser Celia, relegando a un segundo plano a Julia, relativamente, claro.













domingo, 25 de octubre de 2015

"JULIA Y SU MUNDO" (M.A.M.)

Mi hija mayor Julia está diagnosticada dentro del Trastorno de Espectro Autista (T.E.A.) no verbal. El pasado mes de marzo cumplió 18 años por tanto, el camino avanzado con ella a través de los misterios del Autismo es de más de 16 años.

Julia es inteligente aunque tiene muchas dificultades para dejar salir su potencial ya que la gran carga que suponen la incomprensión de los convencionalismos sociales y los problemas de interrelación con los demás, su extremada hipersensibilidad a los sonidos o al tacto y, sobre todo, su falta de lenguaje oral, "aplastan” la posibilidad de usar su atípica inteligencia. Porque, no olvidemos una cosa, las personas con autismo desarrollan, en algunas ocasiones, habilidades extraordinarias aunque luego, realmente, no resultan en absoluto "prácticas" en el día a día.

El entorno social de Julia es muy cerrado. Prácticamente se circunscribe a nosotros, su familia, y a los trabajadores del colegio al que asiste y éstos, porque le obligan diariamente, con su esfuerzo, a interrelacionar con ellos. Podría decir que el resto del mundo es para ella invisible o le resulta indiferente por lo que no le importa mostrar sus estereotipias, emitir sus característicos ruidos o, por ejemplo, reírse a carcajadas, sin conocer la causa de su risa, ante cualquier desconocido.

Julia tiene un componente infantil muy potenciado: le siguen gustando las mismas películas de Píxar o Disney, entretenerse con los mismos libros que leía de pequeña, "estrujar" a sus peluches de siempre o escuchar las mismas canciones que oía ya a los tres años. En su habitación, que es su particular mundo, dispone de una gigantesca pelota, sobre la que salta sin parar con un equilibrio y una experiencia difícilmente igualables.

Otra cosa que le enloquece es saltar sobre una colchoneta: saltar y saltar, dando volteretas en el aire y, como música de fondo, sus carcajadas...A falta de colchoneta, es aceptable una cama ( ya ha roto ocho) o un sofá.


 ¡Le encanta el agua!, en cualquiera de sus versiones: en un vaso, para beber; en una bañera, para remojarse o bien en la playa o en la piscina para nadar, algo que aprendió ella sola, como otras muchas cosas.




A Julia le resulta indiferente que la piscina esté llena de gente o que en la playa no encontremos un mínimo lugar para tender las toallas. Ella tiene como prioridad su diversión...diversión que en ocasiones no entienden las personas que comparten su espacio. En la piscina le encanta saltar, gritando y riendo, al tiempo que golpea el agua con las manos y, le enloquece, llenar la boca de agua y "disparar" su chorro a cualquier bañista que pase cerca de ella. Obviamente, a mí, me genera muchos problemas pues, debido al desconocimiento social que existe sobre el autismo, todo el mundo da por hecho dos cosas : o bien que Julia tiene algún retraso de tipo cognitivo o, simplemente, que es una maleducada. En la playa no tiene ningún problema para coger de la mano a la persona que, en ese momento esté junto a ella, y solicitar su ayuda para saltar las olas.


Pero hay dos cosas que no pueden faltar en el día a día de Julia: la comida y los mimos. Ante unas patatas fritas, unas galletas o un plato de lentejas...¡es feliz! y ¡tendríais que escucharla reír entre mis brazos, cuando la beso o hago cosquillas".










Soy consciente de que el futuro de Julia es incierto, que debo luchar porque encuentre una ubicación cuando llegue a su edad adulta pero, en la actualidad, es una niña feliz. No quiero ser simplista, por lo que no debo olvidarme de lo duro que puede llegar a ser ver a tu hija auto lesionarse con rabia y desesperación, dando cabezazos contra la pared, pegándose con su propio puño o mordiéndose con saña... es terrible ver sus cicatrices en el antebrazo y en su mano, huellas de su ansiedad.

Por tanto, ¿qué pediría para Julia?: ¿autonomía?... prácticamente impensable; ¿un trabajo?...imposible; ¿una relación de pareja?...inalcanzable...algo tan sencillo como ir a comprar el pan o caminar sola por la calle... irrealizable. Por lo que, realmente lo único a lo que puedo aspirar es que, dentro de sus limitaciones, sea una persona sana y feliz y eso sí que puede ser una realidad.

viernes, 23 de octubre de 2015

ESTA ES JULIA, NUEVO PERSONAJE DE BARRIO SÉSAMO, Y ADEMÁS TIENE AUTISMO.



Sesame Workshop es la esperanza de ayudar a desestigmatizar el autismo digitalmente con su primer Muppet con autismo, Julia.

Julia es parte de Sesame Street y Autismo: Esos elementos digitales son cartas de historia en la que Julia explica lo que la hace diferente de sus amigos.

"Las familias con niños con autismo tienden a utilizar mucho contenidos digitales, que es por eso que creamos a Julia digitalmente", dijo a ejecutivo de Sesame Sherrie Westin . "Queremos que los padres y los niños entiendan que el autismo no es un tema incómodo."  Es hora de aumentar la comprensión sobre el autismo."

La iniciativa ha estado en desarrollo durante tres años. Sesame Street también se está extendiendo la conciencia a través de la #SeeAmazing hashtag y con otros elementos visuales, como "The Amazing Song".

En última instancia, la aplicación y la iniciativa quieren hacer hincapié en lo que une los niños con autismo a sus compañeros, y no sólo lo que los diferencia. 

"Los niños con autismo tienen cinco veces más probabilidades de ser intimidados", dijo el vicepresidente senior de US impacto social, el Dr. Jeanette Betancourt.  Nuestro objetivo es sacar a la luz lo que todos los niños tienen en común, no sus diferencias. Los niños con autismo comparten la alegría de jugar y amar y ser amigos y ser parte de un grupo ".

A través de la aplicación, Julia explica que esta es una de las formas en que ella y sus amigos juegan de manera diferente - pero aún así pueden jugar juntos. 

Video -->> https://youtu.be/t2iNFSSTugk

Traducido por ASPAU



jueves, 22 de octubre de 2015

"TUTORÍA EN EL INSTITUTO DE CELIA" (M.A.M.)

Esta tarde he tenido la reunión, de principio de curso,

con el tutor de mi hija Celia, junto al resto de padres de sus compañeros de clases. Este año ha empezado 1º de Bachillerato por la rama de Ciencias de la Salud. Tiene 16 años y toda una vida de experiencias por delante...su deseo es estudiar en la Universidad Biología o Biotecnología

Hace años, este tipo de reuniones me deprimían porque no podía evitar compararlas con las reuniones mantenidas en el colegio del educación especial al que asiste mi otra hija, Julia, quien, desde su autismo, también tiene una vida por delante pero de experiencias muy distintas.

Celia tendrá que estudiar duramente para alcanzar la nota que pidan para entrar, dentro de dos cursos, en la Universidad. Vivirá años estupendos, estrujando su juventud y buscando alternativas en su vida. Tendrá novios. Terminará la carrera. Buscará un trabajo. Tal vez se case y sea madre. Deseo que llegue a ser una mujer realizada plenamente como persona y, sobre todo, feliz, haga lo que haga.






Julia tendrá que seguir luchando para superar sus limitaciones. Vivirá, estoy convencida, feliz dentro de su mundo pero estrujar su juventud le queda muy lejano, al igual que buscar alternativas en su vida. Julia no tendrá novios porque, sencillamente, no le interesan. Dudo mucho que logre un trabajo y aún más que se case y sea madre. Me sentiría satisfecha si alcanzase un grado mayor grado de autonomía y, al terminar el colegio, encontramos un lugar en el que sentirse entretenida durante el día y, sobre todo, feliz.




¡Qué adolescencias más diferentes!...¡Qué vidas más distantes!.

Pero ambas son mis hijas. Los problemas que tenga cada una serán muy distintos, pero me tendrán a su lado siempre que me necesiten.

miércoles, 21 de octubre de 2015

"NO TODOS LOS NIÑOS "DIFERENTES" SON IGUALES" (M.A.M.)

En la parada del autocar que lleva a Julia a su colegio todas somos madres de niños "especiales" y aún así, existen numerosas diferencias entre nosotras dependiendo de la patología de cada uno de nuestro hijos.

El pasado jueves, tras la marcha del autobús, nos quedamos hablando cuatro madres (los nombres son ficticios para preservar su intimidad): Beatriz y Ana, madres de sendos niños con Síndrome de Down; Paula, madre de un adolescente aquejado de un extraño síndrome, cuyo nombre voy a omitir ( para preservar su privacidad ) y yo, María, madre de una niña, ya adolescente, con autismo.

Generalmente, la parada del autocar es un punto de encuentro en el que raramente se tratan temas profundos...más bien, al contario...y prácticamente nunca hablamos de la peculiaridades de los diferentes síndromes que afectan a nuestros respectivos hijos. 

Sin embargo, el jueves, se me ocurrió sacar el tema de la integración en el entorno escolar, a propósito de un "post" que escribí en este blog, tras la visita al colegio al que asiste mi hija. ¡Y empezaron las disensiones!.

Antes, debo contar un pensamiento que, desde el diagnóstico de mi hija dentro del Trastorno de Espectro Autista "no oral", me ha pasado en multitud de ocasiones por la cabeza. Admito que es fuerte y duro, incluso, reprochable...pero no lo puedo evitar.

Me imagino embarazada en la consulta de un médico que me dice:

-"María, va a ser madre de una niña con una discapacidad psíquica. No hay marcha atrás, no hay solución, pero puede elegir que tipo de síndrome desea para ella".

-"¿No hay nada que pueda hacer para cambiar el destino de mi hija?".

-"Únicamente decidir qué tipo de incapacidad desea para ella".

Ante esta disyuntiva, siempre he pensado que hubiese elegido, sin duda ninguna:

-"De acuerdo, si estoy obligada a elegir, preferiría que mi hija tuviese el Síndrome de Down".

¿Por qué?, os preguntaréis.

Cuando Julia nació, nada hacía presagiar que algo iba mal. Al contrario, era una niña guapísima, despierta, risueña...¡le encantaban los besos y las caricias!...El autismo es ese enemigo terrible y cruel   que acucia desde la oscuridad y el silencio.

Cuando los problemas comienzan a aparecer, su físico sigue siendo el de una niña maravillosa, con unos ojos enormes, vivos... una risa contagiosa....pero aparecen las estereotipias, los gritos, los llantos incontrolables e inesperados, las conductas disruptivas y, sobre todo, su mutismo absoluto.

Julia acudía junto a su hermana, Celia, al parque...pero los niños no jugaban con ella...se cansaban de hablarle y que no contestase...no sabía jugar como el resto de los niños...tenía su propia y particular forma de divertirse. Por el contrario, Celia se integraba, jugaba con los niños que la aceptaban sin problemas.

Un niño con autismo, sobre todo cuando es pequeño, no muestra ningún rasgo físico definitorio. Nadie entiende el por qué de su extraño comportamiento...y me cansé de explicar que mi hija se comportaba así debido a su autismo.

Si tienes un hijo con Síndrome de Down supongo que la experiencia de su nacimiento, por inesperado, debe ser terrible. Pero hay diferencias importantes. 

Los niños con Síndrome de Down son "visibles" y puedo asegurar que es un punto a su favor. Nadie le pegunta a su madre qué es lo que le ocurre. Son niños estimulados desde el inicio de su vida y, lo más importante, su capacidad de sociabilizar es absolutamente normal.

Hablan, tal vez con alguna dificultad, pero logran comunicarse; no tienen dificultades para integrarse en un grupo, salvo las que marque su nivel de afectación.

Pues bien, la "discusión" comenzó cuando Paula y yo comentamos que el mejor lugar para la escolarización de nuestros respectivos hijos era un centro de educación especial, un espacio en el que están acompañados de compañeros, "todos especiales", y en el que no hay cabida para a crueldad. Sin embargo, Beatriz y Ana, afirmaron que "no cambiarían por nada los años que sus hijos estuvieron escolarizados en un centro público", que "no olvidarán los innumerables cumpleaños a los que sus hijos asistieron", "la enorme cantidad de amigos que hicieron".

Y aquí es donde yo quería llegar: en el mundo de las discapacidades psíquicas hay diferentes "categorías" y no es lo mismo tener un hijo con autismo que uno con Síndrome de Down; es diferente  ser madre de un niño con Síndrome de Angelman o con una lesión cerebral. Incluso dentro del Trastorno de Espectro Autista no tienen nada que ver un niño con autismo severo no verbal con otro diagnosticado como Asperger.

Recuerdo con pavor cuando me enteré que, en el patio del colegio al que anteriormente acudía mi hija, existía la costumbre de rodearla en círculo por varios niños que le tiraban comida al suelo para que Julia la recogiera y, posteriormente, la comiera ante las carcajadas, burlas e insultos de sus "compañeros".

Mi hija ¡jamás! fue invitada a ningún cumpleaños, nunca ha tenido un amigo, siempre fue rechazada...

La "ventaja" del Autismo es que, los afectados, no lo perciben...viven en su particular mundo y les resultan indiferentes ese tipo de conductas. Pero a mí, como madre, me han dolido, me duelen y me dolerán toda la vida.

El pasado jueves, Beatriz y Ana no creían a Paula, ni me creían a mí, cuando hablábamos de la crueldad con la que, en ocasiones, habían sido tratados nuestros hijos. Ellas aceptaban que en el parque, cuando eran pequeños, siempre había algún niño que podía hacer algún comentario ofensivo...pero que, por lo demás, no tenían ningún problema...

Me dolió que no creyesen mis palabras cuándo recordé las innumerables veces que, gente desconocida, me ha recriminado el comportamiento de mi hija; las incontables ocasiones en las que se han burlado o reído de ella; la ausencia de amigos en su "mundo".

Pero, tal vez, lo que más daño me hizo fue que me acusasen de "rodear a Julia en una burbuja" para evitarme "malos tragos" e impedir así que mi hija pueda divertirse en el parque, jugar en a piscina, acudir a un restaurante, al cine o al teatro. No lograron entender que el "autismo" estigmatiza a quién lo padece precisamente porque uno de sus rasgos definitorios es un incapacidad para sociabilizar.

Mi hija no entiende qué es la amistad; no capta si alguien está triste o contento...para ella, cualquier persona es susceptible de ser besada o abrazada; desconoce qué es la privacidad...

¡Y por no hablar de las normas de conducta cívica!. Julia no sabe qué es, ni para qué sirve el dinero; no discierne un paso de peatones de un tramo de carretera sólo apto para coches; si una persona lleva en su mano una bolsa de patatas fritas y, en ese momento, a ella le apetecen, no duda ni por un segundo en arrebatársela.

¿Qué importancia tiene que mi hija sepa leer, escribir; qué tenga una inteligencia visual increíble; qué su nivel de comprensión sea excelente si luego no sabe ni puede vivir en sociedad?. Julia será siempre una persona dependiente...siempre...¡y eso me horroriza!.


Si vamos a un super mercado y coge, en un descuido, una chocolatina y, sin ningún reparo, abre el envoltorio y empieza a comerla...más de tres, cuatro, cinco veces hay alguien que me ha dicho: "señora, a ver si presta más atención a su hija...¡que vergüenza!, está "robando" y usted no la recrimina".

En la piscina, si Julia coge el balón a unos niños que juegan en el agua...rápidamente viene alguna de las madres de los afectados ha "pedirme explicaciones".


Mientras esperamos a que el semáforo se ponga en rojo para cruzar...si Julia se suelta de mi brazo y comienza a correr desaforadamente por la acera...¡todas las miradas se fijan en mí y en ellas "leo" lo pésimamente que está educada mi hija.

Sin olvidar las risas descaradas, las miradas hirientes, los comentarios vejatorios que he tenido y tengo que sufrir.

Estoy cansada de explicar que el comportamiento de mi hija viene motivado por su autismo...muy cansada.

El otro día me di cuenta, lamentablemente, que incluso en el mundo de las discapacidades, hay personas que no entienden que no todos los niños son iguales y que ¡no tiene nada qué ver un niño con Síndrome de Down que uno diagnosticado dentro del Trastorno de Espectro Autista!. Y aún me duele recordar que me acusasen de impedir a mi hija "sociabilizar" en lugares púbicos...¡qué gran desconocido es el Autismo!.




jueves, 15 de octubre de 2015

"El colegio de Julia...un centro feliz" (M.A.M.)

 Hoy tenía reunión en el colegio de Julia.

La cita con el tutor y la logopeda de Julia ha resultado...¡fantástica!. Me han hablado de su proyecto curricular para este curso, de los objetivos a alcanzar, de las metas que lograr...en una charla amena, relajada, distendida. Da gusto charlar con profesionales preparados y, sobre todo, entusiasmados con su trabajo, vocacionales.

Atrás quedan esos oscuros años en colegios de "presunta" integración en los que cada cita se convertía en una verdadera tortura. Recuerdo que salía siempre echa polvo, emocional y psicologicamente.

Y aquel psicólogo que, literalmente, me machacaba. Se atrevió a contarme la trasnochada teoría de "las madres nevera" (daba por hecho que yo había sido fría y distante con Julia...cuando, si de algo peco, es de "besucona" y "achuchadora") o aquel informe de fin de trimeste que ponía:"la alumna no participa activamente de las canciones a María" (la Virgen, claro).

Recuerdo con tristeza esos festivales de fin de curso, en el salón de actos, en los que obligaban a Julia a participar, convirtiéndose a su pesar y al mío, en la protagonista indiscutible por negarse a cooperar...llorando antes de que finalizase la primera canción.

Cuantos años perdidos por haberme dejado asesorar por presuntos profesionales que veían a Julia una alumna de integración...¡si no hablaba, si carecía de cualquier interés comunicativo...si no soportaba el ruído...si los niños se reían y burlaban de ella!.

Pero no debo mirar al pasado...ya no tiene solución. Al menos ahora sé que se encuentra en las mejores manos, en un centro en el que la palabra Autismo es usada con naturalidad y en el que Julia no es la "rara"...es una más.

Me siento una afortunada porque mi hija Julia es feliz en ese colegio...teniéndo en cuenta que en él pasa muchas horas al día.

Gracias al Colegio de Educación Especial Latores, en Oviedo.


   Julia, el curso pasado, durante una visita al cuartel de bomberos.

viernes, 9 de octubre de 2015

"RELAX EN LA PARADA DEL AUTOCAR" (M.A.M.)



Puede parecer una tontería pero, ¿sabéis en qué dos lugares me encuentro más relajada?.

Uno es la parada del autocar que lleva a mi hija Julia junto a otros niños, y no tan niños, a sus respectivos Colegios de Educación Especial. Tal vez sea porque la gente ya está acostumbrada a vernos allí pero, lo cierto es que, nadie se para a mirar, no se escuchan murmullos, ni risas...Estamos mamis de hij@s con todo tipo de patologías.

El segundo lugar es el colegio de Julia. El otro día, durante el acto de presentación de las actividades de su grupo, en el salón de actos, pusieron un vídeo. Pues bien, se escuchó algún grito, alguna risa descontrolada...pero nadie se inmutó, nadie giró la cabeza y todo se desarrolló con absoluta tranquilidad.

¡Cómo me gustaría que en cualquier sitio mi hija, su autismo y yo, pudiésemos estar igual de relajados!. Espero que, algún día, aunque dudo que yo llegue a ver, el Autismo haya dejado de ser ese gran desconocido y pase a formar parte, de manera natural, de la sociedad en la que vivimos.

miércoles, 7 de octubre de 2015

"PRIMERA VISITA DEL CURSO AL COLEGIO DE JULIA, UN CENTRO FELIZ" (M.A.M.)



Desde hace cinco años Julia acude al Centro de Educación Especial Latores, en Oviedo. Ahora, con la perspectiva que me ha dado el tiempo pasado y la experiencia, habría hecho oídos sordos a los "cantos de sierena" de aquellos profesionales que insistían en que Julia era una alumna de integración; a pesar de su autismo, a pesar de no hablar, año tras año repetían la misma cantinela.

Es cierto que hace ya bastante tiempo, Julia nos sorprendió a todos con una increíble habilidad que, a día de hoy, no le es en absoluto práctica sino, todo lo contrario; para lo único que sirvió en su día fue para enloquecer  a todo el equipo de neurólogos y psiquiatras del Hospital Central de Asturias y, por extensión, a los diferentes profesionales que trabajaban con ella.

Sin embargo, mi opinión era contraria a todos ellos. Sabía que el lugar de Julia estaba en un centro en el que trabajasen profesores, logopedas, psicomotricistas, auxiliares, especializados en el trato con alumnos de necesidades educativas especiales. Un colegio en el que Julia no fuese la "rara" sino una más entre sus compañeros.

Atrás quedaron años de frustración en un colegio concertado de integración que fueron incapaces de llevar a cabo un trabajo adecuado a las necesidades específicas de Julia...y lo comprendo pero, entonces, que dejen de denominarse centros de "integración" cuando ésta no existe. En este colegio, Julia no participaba de los trabajos del aula y, para que no molestase, le dejaban correr y chillar por los pasillos del centro. Tal vez los dos primeros cursos, los apoyos específico fueron un poco más personalizados pero, claro, las subvenciones que reciben este tipo de centros por cada niño "especial" son demasiado golosas como para prescindir de ellas. El centro se fue masificando y los apoyos que, en un principio, eran individualizados, pasaron a ser por grupos y, lógicamente, que un logopeda trabaje, simultáneamente, con un niño con autismo, otro con síndrome de Down, otro con hiperactividad o con síndrome de West, por poner un ejemplo, es del todo imposible, Por supuesto, de todo ello me enteré por casualidad: a la profesora que venía a casa a trabajar con Julia le tocó hacer prácticas en ese colegio y por ella me enteré del trato que estaba recibiendo mi hija. Pero, cuando yo ya iba a sacar a Julia del centro, fue el propio director del equipo psicopedagógico el que "nos invitó a marcharnos" porque mi hija era excesivamente problemática aunque, eso sí, pretendían que mi otra hija Celia, alumna de sobresalientes, se quedase con ellos. Obviamente hice caso omiso. Fue el psicólogo de este colegio el que me habló por primera vez de la trasnochada teoría de "las madres nevera". Hubo un momento en el que yo me sentí incapaz de acudir a las reuniones con él porque, literalmente, salía machacada anímicamente.

Tras solicitar una reunión con el inspector de educación, nuevamente la habilidad de Julia, nos llevó a errar otra vez. La consejería creó una plaza específica para ella, en un colegio público de Pola de Siero, en el que trabajaba un PT excelente. Esa, y no otra, es la razón por la que resido a 15 kilómetros de Oviedo. Pero, claro, este profesor jamás había trabajado con una persona con autismo. Mantuvo a Julia aislada del resto de los alumnos, prácticamente metida en una caja de cuatro paredes, dónde se pasaba las horas copiando, copiando, copiando...perfectamente dentro de la pauta y leyendo fonéticamente. Este profesor me regalaba todos los días una nueva teoría sobre lo que le ocurría a Julia...aunque jamás aceptó su autismo, ante mi perplejidad. En este colegio, mi hija sufrió "bullyn" y, si lo supe, fue gracias a unas niñas que me lo contaron. En el recreo, había un grupo de niños que rodeaban a Julia dentro de un círculo y su diversión consistía en tirarle comida al suelo para que, al ir a recogerla, reírse a carcajadas de ella e incluso propinarle alguna patada. Se resguardaban en el mutismo de Julia, los muy cobardes. Cuando acudí a hablar con el director me respondió que el patio "no entra en el área de integración. De acuerdo pero, entonces, ¿alguien me puede explicar qué hacen los profesores que presuntamente están vigilando durante el recreo, máxime cuando todo colegio público es de integración?.

Aquí dije BASTA. Fue entonces cuando decidimos matricular a Julia en el Centro de Educación Especial Latores, en Oviedo. ¿Sabéis las lágrimas que he derramado por el tiempo perdido, por las risas y burlas a costa de mi hija, por los desaires de muchos profesores?.

En este centro se respira felicidad en cuanto traspasas sus puertas. Jamás verás un mal gesto, escucharás un grito. Todo el personal consigue que la armonía y el trabajo positivo y productivo impere en el centro.

Lo triste: que muchos padres aún sientan miedo porque sus hijos acudan a este tipo de centros. Hace años, recuerdo que estaban muy "estigmatizados" aunque sigo sin saber la razón.

Los alumnos están repartidos en aulas dependiendo de sus patologías y sus posibilidades de aprendizaje.

En este colegio, Julia ha aprendido a vestirse sola, a comer de todo, a seguir unas rutinas de higiene básicas. También recibe contenido curricular adaptado a sus limitaciones o, por el contrario, a sus habilidades. La atención que reciben ella y sus compañeros es constante. Aún no he conocido a ningún profesional del centro que no sea vocacional porque, para trabajar con niños "especiales" debes adorar tu profesión.

Esta año Julia está en un aula con otros tres compañeros de similares necesidades educativas. Su tutor, Héctor, al que he conocido hoy, ha demostrado el interés que tiene por cada uno de sus cuatro alumnos y nos ha expuesto, con ilusión, todos los proyectos que ha pensado llevar a cabo.

Cuando llegué al colegio, antiguos tutores de Julia me recibieron con un abrazo, una enorme sonrisa y palabras de aliento...de amistad.

Sólo una cosa más. Aquellos padres que tienen un hijo de tres años diagnosticado de Autismo, máxime cuando éste es "no verbal", no duden ni por un momento que el mejor lugar en el que va a estar es en un centro de educación especial. Si yo pudiese dar marcha atrás en el tiempo, Julia hubiese empezado su andadura escolar en este centro, un centro en el que se respira ilusión, franqueza, vocación, amor y en el que sus alumnos están, casi siempre, con una sonrisa dibujada en su caras.

Gracias a todos los profesionales del Colegio de Educación Especial Latores. Estáis haciendo un trabajo estupendo y gracias a vosotros mi hija acude al colegio feliz y yo, su madre, estoy tranquila sabiendo donde está.






El curso pasado, con su tutora Candy, durante uno de los talleres
de cocina, en los que Julia es feliz.