Julia corriendo en plena naturaleza es ¡¡¡feliz!!!...
Mi hija Julia tiene veinte años y crece paralelamente al blog que inspiró, por eso anualmente anoto cada cambio de edad.
Tiene Autismo "no verbal".
Usted es gord@, usted es calv@, usted es alt@, usted es baj@; usted lleva gafas; usted utiliza bastón.Tú tienes acné, tú estás en pleno estirón, a tí te está cambiando la voz.
¿Es mi mirada lastimera, reprobatoria o de conmiseración?.¿Acaso cuchicheo ante tu poblada cara llena de granos o tu atiplada voz o miro, con atención, el bastón que usted usa para caminar?. Pues no miren así a mi hija, no se lo merece y yo tampoco.

viernes, 13 de octubre de 2017

"NO DEMOS LA ESPALDA A LOS ANCIANOS PADRES DE PERSONAS CON AUTISMO" (M.A.M.)

Mi total solidaridad con esos padres, ya ancianos, que llevan conviviendo 30, 40, 50 años con un hijo cuyo comportamiento nunca han comprendido porque ningún médico fue capaz, en su día, de explicarles lo que le ocurría, cuando era aún un niño.









Hace 30 años apenas se veían niños con Síndrome de Down por la calle. Miren ahora a un niño Down: salvo por sus rasgos faciales, muchos de ellos, estimulados desde la cuna, consiguen logros que, hasta hace poco tiempo, parecían inalcanzables. Algo similar está sucediendo con el Autismo. Gracias a su detención cada vez más temprana, los niños son estimulados, enseñados, comprendidos, aunque todavía queda mucho camino por recorrer.

Pero mi empeño es no olvidar a esos padres mayores que conviven con un hijo, ya adulto, al que es muy probable que ni tan siquiera puedan controlar. Yo he visto adultos autistas que no habían recibido tratamiento y es una de las imágenes más sobrecogedoras que he visto en mi vida.

Por favor, está genial dar una visión lo más optimista y positiva de nuestros hijos "especiales" pero no nos olvidemos de la imagen siniestra del autismo unido a la vejez de unos padres.

No seamos egoístas, no les demos la espalda cuando mucho de ellos se ofenden, al ver en internet, vídeos de niños diagnosticados dentro del "Trastorno de Espectro Autista", en un entorno que a ellos les resulta totalmente ajeno.

Ellos nunca entendieron por qué su hijo no hablaba, por qué no permitía que le tocasen, por qué se balanceaba sin parar, a qué respondían sus ataques de ira, sus autolesiones. Es por eso que no logran entender esos vídeos protagonizados por niños sonrientes junto a madres felices, rodeados de globos, columpios, pelotas de colores; es algo que les resulta extraño e, incluso, sienten dolor ante esas imágenes. Y si puedo hacer tal afirmación es porque algunos de esos padres, ya ancianos, me lo han contado.

A ellos la vida no les ha dado esa oportunidad por un única razón: sus hijos nacieron en un tiempo en el que el Autismo ni tan siquiera era diagnosticado.

Mi más absoluto respeto y apoyo a ese colectivo tan olvidado por la sociedad.

Yo no os olvido porque soy consciente de una realidad: mi hija con autismo tiene 19 años y, solamente por ese motivo, ya ha llegado tarde. Hemos perdido un tiempo extraordinario que ya no vamos a recuperar jamás. Y, tristemente, el autismo se hace más evidente cuánto más pasa el tiempo.

Si Julia hubiese sido diagnosticada antes, si no hubiéramos perdido tantos años en colegios que no sabían como trabajar con ella... tal vez, su situación actual sería mucho mejor. Pero bueno, no quiero terminar este mensaje con un poso de tristeza y pesimismo.

La detención del Autismo es, cada día, más temprana; la estimulación de los niños diagnosticados dentro del Trastorno de Espectro Autista se inicia cada vez más pronto y existen unos maravillosos colegios de "educación especial" en los que son tratados con dignidad, respeto, cariño y donde trabajan verdaderos profesionales que consiguen de nuestros niños "especiales" lo que hace muy poco tiempo era impensable.


                                         

martes, 10 de octubre de 2017

"FELIZ CITA CON LA TUTORA DE JULIA" (M.A.M.)

Hasta que Julia inició su andadura en el Centro de Educación Especial Latores, en Oviedo, las reuniones con sus tutores me provocaban pánico. Siempre me sentía incomprendida pero, lo peor de todo, era darme cuenta de que mi hija era, aún si cabe,  rechazada, marginada, postergada, arrinconada, rara. Se trataba de centros de integración, uno concertado, el otro público

Ayer, sin embargo, me encontré con una tutora increíble. Hace unos días, en el cuaderno de comunicación, me había hablado de "las estrategias que Julia desarrollaba en el trabajo diario", de su inteligencia visual, de su capacidad de aprendizaje. No quiero ser injusta con nadie pero es la primera vez que alguien alaba la forma de trabajar de mi hija.

Raquel, su tutora, es un mujer joven, madre y profesora de alumnos con discapacidad cien por cien vocacional.

Desde el inicio del curso,  ya empezamos una "relación epistolar" que me pareció fantástica. Diariamente me comunica todo lo que ha realizado Julia en el colegio, su estado de ánimo, su comportamiento. Ayer nos conocimos personalmente y la sintonía entre ambas fue increíble. Hacía mucho tiempo que no me sentía comprendida como madre de una persona "especial" con el desgaste físico y mental que supone tener una hija dependiente. Me hizo sentir que lo que hago es correcto, que mi forma de actuar es la adecuada y, si eres una persona insegura como yo, escuchar eso de una profesional de la enseñanza es una inyección de autoestima.

Me enseñó los trabajos que está realizando Julia; me explicó en qué momentos se estresa y cómo se relaja; las relaciones que tiene con sus tres compañeros de clase ...todo envuelto en un ambiente relajado, cordial, amable.

Hablamos de su futuro, incierto; de la escasa sensibilidad que aún existe en determinados ámbitos de la sociedad con las personas con autismo, como por ejemplo, el sanitario; de la poca concienciación que aún se da en nuestra sociedad; del escasísimo conocimiento, por no decir nulo, que hay sobre el autismo; de las crisis que asolan la tranquilidad de mi hija y que Raquel ha sabido encauzar con naturalidad aunque, también es cierto que me comentó que, en lo que va de curso, suele mostrarse cariñosa, mimosa, obediente.

Ayer, durante una hora, fui una mujer feliz. Gracias Raquel.