Y sí, lo sé, podéis llamarme egoista pero ¡amo la conjunción de colegio e invierno!. Los días cortos, el frío y el colegio convierten mi semana en muy llevadera. Cuando Julia llega a la parada del autocar, mi particular "Pepito Grillo" no me acusa de mala madre por ir directas a casa. Esta es básicamente la razón por la que cada vez odio más el verano, más desde el divorcio; no, no me arrepiento de haberme divorciado pero, al menos, antes repartíamos el cuidado de Julia...pero bueno, este hilo argumental lo dejaré para junio.
Últimamente Julia no puede estar ni un minúto quieta y os puedo asegurar que no exagero lo más mínimo. El hipercinetismo o la hiperactividad (según cuál sea el neurólogo o psiquiatra que la vea es una cosa u otra) hace que ya, desde las cinco de la mañana, esté corriendo por el pasillo, tirándose "en plancha" sobre la cama y, si no salta sobre su pelota es porque yo, previsora, suelo esconderla todas las noches y, así, hasta que se duerme porque tras la cena y ya en la cama, los botes que da sobre ésta son dignos de admirar. Hoy ya me ha llegado una anotación de Héctor, su tutor, en el "cuaderno de comunicación" en el que me comenta el nerviosismo al que ha estado hoy sometida Julia. Y la última novedad: constantes ruidos guturales, un permanente "ulular", mezclado con gritos y carcajadas. Al menos, está feliz.
Ayer no pude ir a recogerla a la parada del autobús y, como siempre que esto ocurre que suele ser excepcional, fue mi madre quien acudió; pues bien, ayer ha sido el último día que mi madre se encargará de esta tarea porque Julia "le puede". Mi madre tiene 81 años y aunque, gracias a Dios, está muy bien de salud, es en tamaño y peso menos de la mitad que Julia. Es cuando me doy cuenta de que Julia se está haciendo adulta y que el autismo, aunque no crece, cada vez se hace más evidente. Ayer se escapó, ante la desesperación de mi madre, agitando sus brazos y su cabeza, sin mirar a nadie (casi tira a una señora que, parece ser, la miró horrorizada). Aunque el paso del tiempo también tiene su lado positivo: cierta maduración conductual que hizo que mi madre se sorprendiese, gratamente, al descubrirla esperándola, al torcer la esquina.
Lo dicho: ¡amo el colegio y el invierno!.
Un día normal, tras dejar a Julia en la parada, voy a ver a mi madre; si puedo, "echo unas risas" con mi amiga Toñi; y, tras terminar las horrendas "labores del hogar" y cocinar (os recuerdo que tengo otra hija Celia, de 16 años), tengo tiempo para escribir. Por el contrario, no tengo remordimientos de conciencia por ir directa a casa desde la parada y...los fines de semana que el tiempo lo permite...tenemos la playa entera para nosotras.
A los hijos hay que quererlos y cuidarlos pero sin olvidarte de ti misma, si tú no estas bien no le das bienestar. Un beso corazón y disfruta de tus risas con amigas y tus ratos de escribir, que tus amigas virtuales agradecemos
ResponderEliminarGracias Emilia. Me ha costado mucho tiempo aceptar que nosotras también necesitamos nuestro espacio y que, por desearlo, no somos egoístas..somos, simplemente, humanas. Un abrazo.
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