Ducharse sola, servirse el zumo en un vaso y guardar en la nevera lo que ya no quiere, elegir entre dos platos a la hora de la comida o de la cena, recoger su habitación. Todas las metas que alcanza se convierten en regalos que no tienen precio.
Y luego están sus besos, sus abrazos, sus caricias...sus constantes muestras de cariño...es tierna como un oso de peluche...mimosa, tierna, risueña, cariñosa.
Soy realista y sé que Julia no va abandonar el "nido", probablemente nunca, aunque con estos niños nunca se sabe, cada uno es un caso en si mismo. Pero intento mirarlo por el lado positivo: siempre tendré una fuente de besos y mimos junto a mí.
Celia, mi otra hija, es inteligente, sensata, madura...aunque un poco arisca y esquiva, como un pequeño cervatillo. Sus grandes ojos te desarman cuando derraman una lágrima o te llenan de alegría cuando les ves contentos, ilusionados.Se siente ya adulta, pero si la abrazo y empiezo a hacerle cosquillas, pasa a ser nuevamente la niña que aún es, a pesar de sus quince años.
Ya lo he dicho en más de una ocasión: estoy viviendo dos adolescencias tan diferentes que la experiencia está resultando de lo más enriquecedora.
Por mis hijas daría mi vida...Es lo único bueno que he hecho en esta vida y yo, que soy la inseguridad convertida en mujer, creo que lo estoy haciendo bastante bien...al menos, hasta ahora....
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