Había cenado como siempre a las nueve, se acostó a la misma hora de todos los día...entonces...¿qué pudo desencadenar la crisis de ayer?. Llevaba dos horas acostada, en silencio, a oscuras, sin aparentemente ningún estímulo agresivo pero...¿alguien me puede decir qué ocurre dentro de los cerebros de nuestros hijos?. Sabemos que funcionan de una manera diferente, que no procesan la información como nosotros, que cualquier impulso sensorial puede generarles una angustia sin límites. Pero ayer, de verdad, no sé que pudo haber ocurrido...tal vez le costaba dormirse y eso le alteró...no sé.
Volvieron los llantos desconsolados, los puñetazos en su cabeza, los cabezazos contra la pared. Acudí a su habitación. Estaba en su cama, boca abajo. Me dispuse sobre ella, intentando calmarla, con suaves caricias en el cuello. Pero cada vez tiene más fuerza. Levantó la cabeza y me dió en el pómulo un golpe que os puedo asegurar que dolió; intentaba por todos los medios desembarazarse de mí pero, simultáneamente, me pedía besos en su espalda. Es un proceso tan complejo e inexplicable que, aún hoy, sigue impactándome.
Tras diez minútos recibiendo pellizcos, empujones y cabezazos, viendo impotente como se lesionaba, escuchando un llanto inconsolable...fue calmándose poco a poco hasta que en su cara floreció una sonrisa. Sus músculos se relajaron, sus gestos se dulcificaron y cinco minútos después estaba dormida.
Julia toma 1mg. de Risperidona al día. ¿Realmente es eficaz?. Ante una de estas crisis que cursan paralelamente a una ansiedad y una angustia que imagino difíciles de soportar, ¿no sería eficaz suministrarle, puntualmente, un ansiólitico?. Julia tiene ya 18 años. El verano pasado pesaba 82 kilos y dudo que haya bajado de peso. Es una mujer atrapada en un cerebro que funciona de una manera inexplicable.
Por todo ello, me indignan las voces que niegan la relación de estas crisis con el autismo. Tal vez en casos de autismo de alto funcionamiento apenas se den...que lo dudo...pero en personas con autismo no verbal es algo más frecuente de lo que cualquier madre desearía.
Espero que la angustia le de a Julia y, por extensión a mí, una tregua.
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