Mikel tiene cinco años, una carita menuda en la que resaltan unos preciosos ojos grandes, una naricita pequeñita y una boca, color caramelo de fresa, ocupada por unos pequeños dientes, blanquísimos. Todavía no se le ha caído ninguno y tiene muchas ganas de que eso suceda porque sabe que cuando a un niño se le cae un diente, tiene que ponerlo debajo de la almohada para que, por la noche mientras duerme, venga el Ratoncíto Perez que recogerá su dientecito y le dejará un regalito.
- “Mami, mami….¿cuando se me va a caer algún diente?...¡tengo ya cinco años!
- “Me temo que vas a tener que esperar un poquito porque aun eres pequeño…los dientes suelen caerse a partir de los siete u ocho años”.
- “¡Jopé!, pero para eso falta mucho y yo tengo muchas ganas de que venga el Ratoncito Perez. Me han dicho que es muy bueno y que trae regalos a los niños cuando duermen, pero, claro, para eso, ¡tengo que poner un diente debajo de la almohada! “.
- “ Pues me temo que vas a tener que esperar un poco y ahora a cenar y a la cama, que mañana tienes que madrugar para ir al cole”
Mikel esa noche cenó enfadado con su mami porque le parecía muy injusto tener que esperar tanto tiempo para conocer al Ratoncito Perez. Pero como es un niño muy bueno y obediente, cenó muy bien, se lavó los dientes, se puso el pijama y antes de acostarse fue a darle un beso a su mami.
- “Perdóname …sé que he sido un poco injusto contigo porque las leyes del Ratoncito Pérez supongo que las habrá inventado él, así que si tengo que esperar otros dos o tres años para conocerle, pues me aguanto y espero…entonces ¿me perdonas?.”
- “¿Cómo no te voy a perdonar si eres mi niño bonito?. Cuando yo era pequeña como tú también tuve que esperar….¡hasta los ocho años!...eso sí, aquella noche puse mi diente recién caído bajo la almohada de mi cama y al día siguiente, cuando me desperté tenía una bolsa llena de caramelos de todos los colores y una moneda para comprar más chuches. Dame un besito, mi amor, y a dormir que mañana tienes que madrugar para ir al cole”. Mikel y su mamá se despidieron con un beso muy grande y una sesión de cosquillas nocturnas.
Aquella noche Mikel se durmió muy pronto…hasta que un ruido le despertó. Encendió la luz de su mesilla y ¿sabéis quien estaba bajo la lámpara?: ¡el Ratoncito Pérez!, no era un imitador, noooooooooooo, ¡era el verdadero Ratoncito Pérez!
-“Bien, ya estoy aquí. Que conste que contigo he hecho una excepción, pero es que nunca había conocido a un niño con tantas ganas de conocerme. Ahora que me doy cuenta ¡contigo he hecho dos expeciones! …que yo sepa ¿a ti no se te ha caído ningún diente, no?.
Mikel estaba tan asombrado que no podía ni siquiera responder a las preguntas de su héroe.
-“¿ Te apetece que te enseñe donde vivo?
Mikel seguía sin poder hablar, así que movió la cabeza de arriba abajo en un claro signo de afirmación.
-“Supongo que con ese movimiento habrás querido decirme que si. De acuerdo, ponte la bata y las zapatillas y prepárate para un largo viaje”.
Mikel seguía sin salir de su asombro pero obedeció sin rechistar. Se calzó sus zapatillas, se puso su bata y entonces ocurrió algo asombroso. El Ratoncito Pérez abrió su abrigo y del bolsillo de su chaleco sacó unos polvos que sopló sobre Mikel y ¡de pronto…Mikel estaba volando junto al Ratoncito Pérez!. El Ratoncito abrió la ventana de la habitación y volaron durante un largo rato sobre la ciudad, bajo las estrellas y la luna hasta que llegaron a un lugar que Mikel nunca había visto. A la entrada había un cartel que ponía “Bosque encantado. Se prohíbe el paso a toda persona mayor de diez años. Extensión del terreno: 20 hectáreas. Moneda: dientes de niño pequeño. Idioma: el bosqués “.
Cuando pisaron tierra el Ratoncito Pérez dijo “¡al fin en casa!...Mikel, sígueme y no te separes de mi.
Antes de llegar a donde vivía el Ratoncito Pérez, éste se cruzó con un gnomo de nariz colorada, barrigudo y sombrero picudo y verde “ ghirlso skolrmdo iosmrlsrosl” dijo el gnomo a lo que el Ratoncito contestó “bnhifrp mjurehso lisenfos jusyfaldjhfedi, jajajajajaja”. De toda aquella conversación, Mikel lo único que logró entender fue la carcajada del Ratoncito, pero desconocía la razón por la que se habían reído.
Antes de llegar a donde vivía el Ratoncito Pérez, éste se cruzó con un gnomo de nariz colorada, barrigudo y sombrero picudo y verde “ ghirlso skolrmdo iosmrlsrosl” dijo el gnomo a lo que el Ratoncito contestó “bnhifrp mjurehso lisenfos jusyfaldjhfedi, jajajajajaja”. De toda aquella conversación, Mikel lo único que logró entender fue la carcajada del Ratoncito, pero desconocía la razón por la que se habían reído.
Caminaron un rato más y esta vez salió a su paso un gusanito con gafas y bastón. Mikel pensó “debe ser viejecito por que anda muy encorbado, despacito y necesita un palo en el que apoyarse”, y otra vez lo mismo. El señor gusanito le dijo al Ratoncito “ hurhsndkru ldruqañasiren kioudnaroeñ” a lo que éste respondió “hjuisoapg njstejdoar hfuasidfi djuradafherro Mikel”.
Mikel no entendía muy bien lo que le ocurría. Le gustaba el bosque y le gustaban los amigos que hasta ahora se habían encontrado, el gnomo y el gusanito, le gustaba poder volar y caminar junto al Ratoncito, pero no podía hablar porque no entendía absolutamente nada de lo que decían. Solamente le entendía el Ratoncito Pérez que le explicó que el idioma que hablaban los habitantes del Bosque Encantado se llamaba “hurysriosdrn”.
-“Ahora vamos a ir a mi casa y te voy a presentar a mi esposa, la Ratoncita Juserow y a mis tres hijos, Yuun, Juum y Saab. Y ahora que ya nos conocemos tengo que decirte una cosa que ningún niño sabe….y cuando te digo ninguno es ninguno, es decir que el único niño que lo va a saber a partir de ahora vas a ser tú y tienes que prometerme que no se lo vas a contar a nadie, salvo a tu mami y a tu papi, pidiéndoles por favor que guarden el secreto.
-“Te prometo que no se lo contaré a nadie…y menos mal que me dejas contarselo a mis papis porque a ellos siempre les cuento todo “
- “Pues bien, yo en realidad me llamo Ratoncito Rudolfing, pero claro, como nuestro idioma solo se habla en el Bosque Encantado, cada vez que tengo que ir a la tierra donde viven los niños a los que se les caen los dientes, tengo que cambiar de nombre para que sepan quien soy”.
Mikel no salía de su asombro. Antes de llegar a casa del Ratoncito Rudolfing o Perez para los demás niños, pararon en un hueco de un árbol donde había una puerta a la que llamaron. Salió una preciosa mariquita, con una especie de mandil que le tapaba su bonito cuerpo rojo con lunarcitos negros.
-¿“Brtjawiehjfao drkjaetrñio drlkajoi dko?, preguntó la mariquita a lo que el Ratoncito respondió “ ghreui slkjteoijn, ¡¡¡¡kjfeoiajhe n frekihgp diuhtetlijnai jjjjj dfriajhli”.
Entonces la mariquita entró en su tienda y sacó un gran queso que envolvió con un papel de color azul brillante y dijo “kjfetuirhyp eriupo dfhjef”. El Ratoncito abrió su abrigo y del bolsillo de su pantalón sacó cuatro dientecitos de niño que le entregó a la mariquita; ella los cogió, abrió un cajón y le devolvió medio diente .
Entonces la mariquita entró en su tienda y sacó un gran queso que envolvió con un papel de color azul brillante y dijo “kjfetuirhyp eriupo dfhjef”. El Ratoncito abrió su abrigo y del bolsillo de su pantalón sacó cuatro dientecitos de niño que le entregó a la mariquita; ella los cogió, abrió un cajón y le devolvió medio diente .
-“¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿Así que para eso utilizáis los dientes de los niños…son vuestra moneda para poder comprar??????.
-“Si, para eso los utilizamos. Quise que lo vieras con tus propios ojos porque si te lo hubiera dicho en la habitación de tu casa, a lo mejor no me hubieras creído. Por eso, cada vez que cojo un diente, dejo un regalo bajo la almohada, porque para nosotros, vuestros dientes son muy importantes. Y tengo que contarte otro secreto. Yo soy el Ratoncito Pérez nº 1.789.987. Cuando esté viejecito y ya se me hayan acabado los polvos mágicos que me permiten volar, uno de mis hijos, el mayor, pasará a convertirse en el Ratoncito Pérez nº 1.789.988”.
Hasta entonces, Mikel había estado tan asombrado por todas las cosas nuevas que había visto que ni siquiera se había percatado que estaba en un lugar extraño, con un idioma que no entendía y unos habitantes un poco raros. De repente, le entraron unas ganas enormes de volver a su casa porque echaba de menos a sus papis.
Mikel no podía negar que el Bosque Encantado le gustaba muchisimo, pero le molestaba mucho estar en un sitio donde no entendía absolutamente nada de lo que hablaban y ahora que ya sabía adonde iban a parar los dientes de los niños, le dijo al Ratoncito Pérez que deseaba volver a su casa.
-“¡Pero si todavía no has conocido a mi familia y aun no hemos cenado el queso que acabo de comprar!”.
-“Ratoncito, ¿para qué voy a ir a tu casa si no entiendo vuestro idioma?. Me siento muy raro y muy solo y echo de menos a mami.”
- “De acuerdo, te acercaré a tu casa, pero antes voy a llamar a mi esposa para que no se preocupe”. Sacó del bolsillo de su pantalón un teléfono móvil y tras marcar el número de su casa, dijo “Jreiruaqweñp jreih fdda Mikel, fewrewoihj erjkeorj fjeirqpoijfde feoriaj. Muac,muac”.
De toda aquella conversación, Mikel solo entendió su nombre y supuso que el sonido del final eran dos besos que el Ratoncito enviaba a su esposa.
-“Bien, prepárate….voy a soplar sobre ti los polvos mágicos y haremos el camino de regreso a tu casa”.
-“ Muchas gracias, te lo agradezco un montón”.
Y tras derramar los polvos mágicos volvieron a volar dejando atrás el Bosque Encantado.
Sin darse cuenta, ya estaban sobrevolando la ciudad de Mikel, pero ya casi no había estrellas y la luna estaba a punto de irse a dormir. A lo lejos vió como se ponía un pijama azul oscuro y un sombrero que terminaba en un pompón y se metía en la cama…y más a lo lejos vió como se acercaba el Sol, con un traje tan luminoso que apenas pudo distinguir el traje que llevaba puesto, aunque le pareció que era de color amarillo. Por fin llegaron a casa de Mikel, entraron por la ventana de su habitación. El Ratoncito le dijo que se quitase la bata y las zapatillas y que se metiese en la cama. Le dio un besito de ratoncito. ¡¡¡¿Qué no sabéis como son los besos de ratoncito?!!!.....pues se acercan a tu mejilla y con sus bigotillos te hacen cosquillas. El Ratoncito se despidó y Mikel estaba tan cansado que se durmió al instante.
Sin darse cuenta, ya estaban sobrevolando la ciudad de Mikel, pero ya casi no había estrellas y la luna estaba a punto de irse a dormir. A lo lejos vió como se ponía un pijama azul oscuro y un sombrero que terminaba en un pompón y se metía en la cama…y más a lo lejos vió como se acercaba el Sol, con un traje tan luminoso que apenas pudo distinguir el traje que llevaba puesto, aunque le pareció que era de color amarillo. Por fin llegaron a casa de Mikel, entraron por la ventana de su habitación. El Ratoncito le dijo que se quitase la bata y las zapatillas y que se metiese en la cama. Le dio un besito de ratoncito. ¡¡¡¿Qué no sabéis como son los besos de ratoncito?!!!.....pues se acercan a tu mejilla y con sus bigotillos te hacen cosquillas. El Ratoncito se despidó y Mikel estaba tan cansado que se durmió al instante.
-“Buenos días, dormilón”, dijo la mamá de Mikel al entrar en su habitación. “¡¡¡Madre mía, que carita de sueño tienes!!!…pues lo siento mucho, pero tienes que levantarte para ir al cole “.
-“Mami, antes tengo que contarte una cosa muy, muy importante que solo puedes saber tú y papá”….Y Mikel le contó a su mamá la aventura que había vivido esa noche. Su mamá sonrió y le dijo:-“No te preocupes, solo se lo contaré a papá”.
-“Gracias mamá…..y ¡qué gusto entender lo que me dices!...eso fue lo único que no me gustó del Bosque Encantado. No comprendía nada de lo que decían y eso me hacía sentirme muy solo…me di cuenta que si me quedaba nunca podría tener amigos porque, ¿cómo iba a poder jugar con ellos si ni tan siquiera podía decirles como me llamaba?.
¡¡¡¡¡Por lo menos ya sé para que quiere el Ratoncito Pérez los dientes de los niños!!!!!, pero ahora que ya lo sé, creo que puedo esperar dos o tres años a que se me caiga el primero.
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