Julia corriendo en plena naturaleza es ¡¡¡feliz!!!...
Mi hija Julia tiene veinte años y crece paralelamente al blog que inspiró, por eso anualmente anoto cada cambio de edad.
Tiene Autismo "no verbal".
Usted es gord@, usted es calv@, usted es alt@, usted es baj@; usted lleva gafas; usted utiliza bastón.Tú tienes acné, tú estás en pleno estirón, a tí te está cambiando la voz.
¿Es mi mirada lastimera, reprobatoria o de conmiseración?.¿Acaso cuchicheo ante tu poblada cara llena de granos o tu atiplada voz o miro, con atención, el bastón que usted usa para caminar?. Pues no miren así a mi hija, no se lo merece y yo tampoco.

miércoles, 7 de enero de 2015

UN CUENTO PARA NUESTROS NIÑOS "ESPECIALES"; GLUBGLUB, EL PINGÜINO QUE NO PODIA NADAR (M.A.M.)



El matrimonio de pingüinos formado por la señora pingüina Trina y el señor pingüino Lupo estaban esperando el pronto nacimiento de sus cuatro hijitos, pues cuatro huevos había puesto la señora Trina y cuatro huevos ambos incubaban

Vivían en una enorme comunidad de pingüinos, en la Antártida, en un pueblo que se llamaba Pingüilandia, donde don Lupo era el alcalde del lugar. Todos estaban muy nerviosos por el nacimiento de los cuatro primeros hijos del alcalde y su esposa. 

Una mañana muy, muy fría los huevos empezaron a agrietarse y lentamente comenzaron a salir los pequeños pingüinos. Sus padres estaban tan felices que no repararon en que el último en nacer tenía una de sus alas mucho más corta que la otra y esto, teniendo en cuenta que las alas de los pingüinos son ya muy pequeñas iba a suponer un enorme problema para su supervivencia. Esa mañana su felicidad era tan grande que lo primero que hicieron fue poner nombre a sus cuatro hijitos, dos pingüinitas y dos pingüinitos.

-“Se van a llamar Plufpluf y Glubglub, los chicos y Plafplaf y Glabglab, las chicas”-dijo decidida doña Trina-“¿Te parece bien querido?-

-“Si a ti te gustan esos nombres, elegidos están; tu pusiste los huevos, mi amorcito así que tienes todo el derecho del mundo a escoger su nombre”.

El matrimonio vivía en una casa ubicada en el centro del pueblo, muy cerca del ayuntamiento y  tras el nacimiento de sus cuatro hijitos, Don Lupo salió al balcón de la casa consistorial para dar la buena nueva a los habitantes de Pingüilandia.

-“Quiero comunicaros el nacimiento de mis cuatro hijos. Hoy todos estáis invitados a una opípara cena a base de todo tipo de cangrejos y otras maravillas culinarias”

Sin embargo, cuando don Lupo entró en su casa se encontró a su esposa llorando desconsolada y abrazada a uno de sus recién nacidos hijitos. Era Glubglub…su mami acaba de darse cuenta que tenía una de sus alas muy, muy, muy pequeña, tan pequeña que apenas se le veía y eso que los pingüinos tienen las alas pequeñas por naturaleza, pero es que la de Glubgub apenas de le distinguía.

¿Y para que necesitan las alas los pingüinos si no vuelan?, os preguntaréis. Muy buena pregunta. Los pingüinos no vuelan porque pesan mucho pero en el agua utilizan sus pequeñas alas para nadar y bucear. ¿Y para que quiere nadar y bucear un pingüino?, os preguntaréis también. Fundamentalmente para poder cazar los pequeños animales que les sirven de alimento: una especie de gamba llamada Krill, peces, calamares…

¿Y por qué estaba tan preocupada doña Trina, os preguntaréis con buena lógica?.

Doña Trina estaba triste y abatida porque pensaba que su hijito Glubglub al tener una ala tan,  tan,  tan pequeña, que apenas se apreciaba, no podría nadar como el resto de sus hermanos. Mientras Glubglub fuese pequeño no habría problema porque mientras viviese con sus papás, éstos se ocuparían de su comida…¿pero que pasaría cuando Glubglub fuese mayor?.

Su mamá lloraba desconsolada pensando que su hijito tendría que vivir siempre con ellos porque jamás sería capaz de nadar y bucear como el resto de los pingüinos y por tanto, no podría cazar para comer y  eso la entristecía enormemente.

Doña Trina se preguntaba qué habría hecho mal cuando puso los huevos o durante la incubación para que uno de sus hijitos naciese imperfecto. Ella estaba convencida que había seguido todos los consejos que le había dado su madre, la señora pingüina doña Trufa…pero algo debía haber hecho mal: quizás no puso el huevo de Glubglub con el suficiente cuidado o tal vez le incubó menos tiempo que al resto, aunque estaba segura de que se había portado igual con sus cuatro huevos.

El tiempo fue pasando y Glubglub y sus hermanos ya podían salir a jugar solos. A Doña Trina le preocupaba mucho que le ocurriese algo malo a Glubglub  y apenas le daba libertad como al resto de sus hermanos. Sin embargo, nunca le explicó a Glubglub el por qué de su comportamiento ya que pensaba que si no se lo decía viviría más feliz, es más, retiró de su casa todos los espejos para que no pudiese ver su gran defecto y su marido don Lupo dio la orden a todos los pingüinos del pueblo de que no le dirían nada a Glubglub.

 Pero Glubglub era un pingüinito muy listo y notaba que algo no iba bien. No sabía de qué se trataba pero era evidente que el comportamiento que tenía su mami con él era diferente del que tenía con el resto de sus hermanos.

 Un día que Doña Trina se quedó dormida tras la comida, Glubglub salió muy despacito de su casa y cuando llegó a la orilla del mar, miró su imagen reflejada en el agua y al verse se le escapó un grito de espanto que resonó en todo el pueblo. Ya sabía porque su mamá no le dejaba solo ni a sol ni sombra: ¡prácticamente estaba manco pues una de sus alas era tan, tan pequeña que apenas se veía!.

En un primer momento se enfadó mucho con sus padres, con sus hermanos, ¡con todo el pueblo!...¿cómo es posible que nadie le hubiese dicho nada?. Pero rápidamente empezó a pensar de forma positiva y se propuso que conseguiría hacer lo que hacía el resto de los pingüinos. A partir de ese momento, esperaba a que su mami se quedase dormida, para escaparse en silencio y lentamente se metía en el mar. El primer día fue un desastre y si no se ahogó es porque paseaba por la orilla una foca que le ayudó.

-“¿Pero cómo se te ocurre meterte en el agua si estás manco?, quieres convertirte en comida para cualquier elefante marino que pase a tu lado. Tendrás que hacerte a la idea de que con una sola ala no podrás nadar, asúmelo y vivirás más tranquilo”.

-“Me niego a asumir que nunca voy a poder cazar mi propia comida y que voy a vivir para siempre dependiendo de lo que me pongan mis papis sobre la mesa. Tengo que aprender a nadar como sea. ¡Oye, ¿Cómo te llamas?!”-le preguntó a la foca.

-“¿Qué cómo me llamo yo? Y…¿se puede saber para qué lo quiere saber un pingüino manco como tú?.

-“Porque me gustaría que te convirtieras en mi amiga y me enseñases a nadar?.”

-“Y a cambio ¿qué se supone que voy a recibir yo, si puede saberse?”.

-“Pues ¡mi amistad!...soy un pingüino pequeño y no tengo dinero…solamente puedo convertirme en tu amigo. Por favor, ayúdame…sólo tú puedes hacerlo porque mi padre ha dado la orden en el pueblo de que ningún pingüino haga alusión a mi defecto….y asi ¿cómo voy a aprender a nadar?”.

-“De acuerdo-contestó la foca entristecida por la historia-. Me llamo Mina, vivo dos pueblos por encima del tuyo, pero no me resultará ningún problema venir todos los días y enseñarte a nadar””.


Durante un año, la foca Mina y el pingüino Glubglub quedaron siempre a la misma hora, en el mismo punto de la orilla hasta que un día ¡¡¡por fín!!! Glubglub logró dar sus primeros aleteos en el agua y avanzar él solo. Glubglub quería estar bien seguro de que lograría nadar solo antes de comunicárselo a sus padres. Durante el mes siguiente, la evolución de Glubglub en el agua fue tan rápida que hasta Mina estaba sorprendida.

-“Glubglub…¡lo has conseguido!...¡ya sabes nadar”...y estaban tan contentos que se dieron besos, abrazos, más besos, más abrazos”

-“Gracias Mina, sin ti no lo habría conseguido”

-“Por supuesto que si…yo solo te he enseñado a flotar…has sido tú, practicando todos los días lloviese o nevase, hundiéndote y volviendo a salir a flote…has sido tú y tu esfuerzo el que te ha permitido aprender a nadar…Glubglub eres un pingüino extraordinario

Ese mismo día, Glubglub pidió a sus padres y hermanos que le acompañasen a la orilla del mar.

-“¿Cuántas veces te he dicho, Glubglub, que no puedes ir tu solo hasta la orilla?”, contestó enfadada su mamá.

-“Ya lo sé….muchiiiiiiiiiiiiiiiisimas veces…pero por favor, venid conmigo”.

-“De acuerdo, pero esta vez y nunca más”, dijo rotunda doña Trina.

Cuando llegaron a la orilla, les estaba esperando la foca Mina. Entonces Glubglub, sin dar tiempo a su madre a reaccionar, salió corriendo  y junto a Mina se lanzaron al agua.

-“¡Dios mio!”, grito doña Trina…”Glubglub, ¿no ves que te puedes aho……?. Pero, ¡¡¡si sabes nadar!!!!. Mi hijito sabe nadar, mi hijito sabe nadar”, grito una orgullosa madre.

-“Mami, ves como a pesar de ser manco, con un poco de esfuerzo y la ayuda de mi amiga, la foca Mina, he podido aprender a nadar. Sé que lo único que querías, al protegerme de la manera que lo hacías, es que no me ocurriese nada malo, pero con esa protección lo único que iba a ocurrir es que siempre dependería de ti o de papá o de mis hermanos para comer. Y yo quería aprender a nadar para conseguir mi propia comida, quería aprender a defenderme, quería convertirme en un pingüino independiente y feliz….y mamá, te aseguro que ahora mismo me siento el pingüino más feliz del mundo”.


-“No mi amor, la pingüina más feliz del mundo soy yo” y Glubglub y su mamá se fundieron en un larguiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiisimo abrazo, dándose mutuamente besos y más besos.


Y colorín colorado, este cuento se acabado y espero de corazón que te haya gustado.

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