No me cabe ninguna duda...mi hija Julia desde su Trastorno de Espectro Autista es ¡¡¡feliz!!!
Y esa felicidad la transmite con sus carcajadas, sus abrazos, sus besos tiernos, dules y ¡con esa
mirad que lo dice todo!.
Julia, como todos los autistas es un caso único y particular. ¿Lo más destacable?: su mutismo
funcional.
Lo que más esfuerzo le supone está relacionado con el campo de la comunicación y
los convencionalismos sociales: carece de empatía, "pasa" de lo que la gente piense de ella
y presumir son va con ella: con tal de ir cómoda vestida es suficiente
Soy yo la que no pasa de los convecionalismos sociales y en más de una ocasión me hubiese
tener "más que palabras" con la típica madre "pluscuamperfecta" que mira a Julia y seguidamente
me mira a mí para ver que madre permite hacer "este tipo de cosas": correr por la calle, soltar algún
grito...
Este es el segundo curso en el Colegio De Educación Especial de Latores y la diferencia con
respecto al año pasado es abismal. Este acude más relajada y regresa, igualmente, más tranquila.
Su tutor me ha comunicado que está plenamente integrada en el centro y en sus actividades.
Tengo otra hija, Celia, de 13 años, prototipo de adolescente, integrada en su grupo de referencia en
el que se sienten protegidas.
Son dos adolescencias radicalmente diferentes pero resulta un reto importante y rico en experiencias
Celia es mucho más arisca que su hermana. Conmigo mantiene una silenciosa relación de rivalidad
algo que recuerdo perfectamente haber vivido con mi madre.
Cuando más accesible está es cuando se mete en mi cama y retrocede unos años para convertirse
en la niña que todavía es.
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