Julia corriendo en plena naturaleza es ¡¡¡feliz!!!...
Mi hija Julia tiene veinte años y crece paralelamente al blog que inspiró, por eso anualmente anoto cada cambio de edad.
Tiene Autismo "no verbal".
Usted es gord@, usted es calv@, usted es alt@, usted es baj@; usted lleva gafas; usted utiliza bastón.Tú tienes acné, tú estás en pleno estirón, a tí te está cambiando la voz.
¿Es mi mirada lastimera, reprobatoria o de conmiseración?.¿Acaso cuchicheo ante tu poblada cara llena de granos o tu atiplada voz o miro, con atención, el bastón que usted usa para caminar?. Pues no miren así a mi hija, no se lo merece y yo tampoco.

miércoles, 7 de octubre de 2015

"PRIMERA VISITA DEL CURSO AL COLEGIO DE JULIA, UN CENTRO FELIZ" (M.A.M.)



Desde hace cinco años Julia acude al Centro de Educación Especial Latores, en Oviedo. Ahora, con la perspectiva que me ha dado el tiempo pasado y la experiencia, habría hecho oídos sordos a los "cantos de sierena" de aquellos profesionales que insistían en que Julia era una alumna de integración; a pesar de su autismo, a pesar de no hablar, año tras año repetían la misma cantinela.

Es cierto que hace ya bastante tiempo, Julia nos sorprendió a todos con una increíble habilidad que, a día de hoy, no le es en absoluto práctica sino, todo lo contrario; para lo único que sirvió en su día fue para enloquecer  a todo el equipo de neurólogos y psiquiatras del Hospital Central de Asturias y, por extensión, a los diferentes profesionales que trabajaban con ella.

Sin embargo, mi opinión era contraria a todos ellos. Sabía que el lugar de Julia estaba en un centro en el que trabajasen profesores, logopedas, psicomotricistas, auxiliares, especializados en el trato con alumnos de necesidades educativas especiales. Un colegio en el que Julia no fuese la "rara" sino una más entre sus compañeros.

Atrás quedaron años de frustración en un colegio concertado de integración que fueron incapaces de llevar a cabo un trabajo adecuado a las necesidades específicas de Julia...y lo comprendo pero, entonces, que dejen de denominarse centros de "integración" cuando ésta no existe. En este colegio, Julia no participaba de los trabajos del aula y, para que no molestase, le dejaban correr y chillar por los pasillos del centro. Tal vez los dos primeros cursos, los apoyos específico fueron un poco más personalizados pero, claro, las subvenciones que reciben este tipo de centros por cada niño "especial" son demasiado golosas como para prescindir de ellas. El centro se fue masificando y los apoyos que, en un principio, eran individualizados, pasaron a ser por grupos y, lógicamente, que un logopeda trabaje, simultáneamente, con un niño con autismo, otro con síndrome de Down, otro con hiperactividad o con síndrome de West, por poner un ejemplo, es del todo imposible, Por supuesto, de todo ello me enteré por casualidad: a la profesora que venía a casa a trabajar con Julia le tocó hacer prácticas en ese colegio y por ella me enteré del trato que estaba recibiendo mi hija. Pero, cuando yo ya iba a sacar a Julia del centro, fue el propio director del equipo psicopedagógico el que "nos invitó a marcharnos" porque mi hija era excesivamente problemática aunque, eso sí, pretendían que mi otra hija Celia, alumna de sobresalientes, se quedase con ellos. Obviamente hice caso omiso. Fue el psicólogo de este colegio el que me habló por primera vez de la trasnochada teoría de "las madres nevera". Hubo un momento en el que yo me sentí incapaz de acudir a las reuniones con él porque, literalmente, salía machacada anímicamente.

Tras solicitar una reunión con el inspector de educación, nuevamente la habilidad de Julia, nos llevó a errar otra vez. La consejería creó una plaza específica para ella, en un colegio público de Pola de Siero, en el que trabajaba un PT excelente. Esa, y no otra, es la razón por la que resido a 15 kilómetros de Oviedo. Pero, claro, este profesor jamás había trabajado con una persona con autismo. Mantuvo a Julia aislada del resto de los alumnos, prácticamente metida en una caja de cuatro paredes, dónde se pasaba las horas copiando, copiando, copiando...perfectamente dentro de la pauta y leyendo fonéticamente. Este profesor me regalaba todos los días una nueva teoría sobre lo que le ocurría a Julia...aunque jamás aceptó su autismo, ante mi perplejidad. En este colegio, mi hija sufrió "bullyn" y, si lo supe, fue gracias a unas niñas que me lo contaron. En el recreo, había un grupo de niños que rodeaban a Julia dentro de un círculo y su diversión consistía en tirarle comida al suelo para que, al ir a recogerla, reírse a carcajadas de ella e incluso propinarle alguna patada. Se resguardaban en el mutismo de Julia, los muy cobardes. Cuando acudí a hablar con el director me respondió que el patio "no entra en el área de integración. De acuerdo pero, entonces, ¿alguien me puede explicar qué hacen los profesores que presuntamente están vigilando durante el recreo, máxime cuando todo colegio público es de integración?.

Aquí dije BASTA. Fue entonces cuando decidimos matricular a Julia en el Centro de Educación Especial Latores, en Oviedo. ¿Sabéis las lágrimas que he derramado por el tiempo perdido, por las risas y burlas a costa de mi hija, por los desaires de muchos profesores?.

En este centro se respira felicidad en cuanto traspasas sus puertas. Jamás verás un mal gesto, escucharás un grito. Todo el personal consigue que la armonía y el trabajo positivo y productivo impere en el centro.

Lo triste: que muchos padres aún sientan miedo porque sus hijos acudan a este tipo de centros. Hace años, recuerdo que estaban muy "estigmatizados" aunque sigo sin saber la razón.

Los alumnos están repartidos en aulas dependiendo de sus patologías y sus posibilidades de aprendizaje.

En este colegio, Julia ha aprendido a vestirse sola, a comer de todo, a seguir unas rutinas de higiene básicas. También recibe contenido curricular adaptado a sus limitaciones o, por el contrario, a sus habilidades. La atención que reciben ella y sus compañeros es constante. Aún no he conocido a ningún profesional del centro que no sea vocacional porque, para trabajar con niños "especiales" debes adorar tu profesión.

Esta año Julia está en un aula con otros tres compañeros de similares necesidades educativas. Su tutor, Héctor, al que he conocido hoy, ha demostrado el interés que tiene por cada uno de sus cuatro alumnos y nos ha expuesto, con ilusión, todos los proyectos que ha pensado llevar a cabo.

Cuando llegué al colegio, antiguos tutores de Julia me recibieron con un abrazo, una enorme sonrisa y palabras de aliento...de amistad.

Sólo una cosa más. Aquellos padres que tienen un hijo de tres años diagnosticado de Autismo, máxime cuando éste es "no verbal", no duden ni por un momento que el mejor lugar en el que va a estar es en un centro de educación especial. Si yo pudiese dar marcha atrás en el tiempo, Julia hubiese empezado su andadura escolar en este centro, un centro en el que se respira ilusión, franqueza, vocación, amor y en el que sus alumnos están, casi siempre, con una sonrisa dibujada en su caras.

Gracias a todos los profesionales del Colegio de Educación Especial Latores. Estáis haciendo un trabajo estupendo y gracias a vosotros mi hija acude al colegio feliz y yo, su madre, estoy tranquila sabiendo donde está.






El curso pasado, con su tutora Candy, durante uno de los talleres
de cocina, en los que Julia es feliz.

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