Julia corriendo en plena naturaleza es ¡¡¡feliz!!!...
Mi hija Julia tiene veinte años y crece paralelamente al blog que inspiró, por eso anualmente anoto cada cambio de edad.
Tiene Autismo "no verbal".
Usted es gord@, usted es calv@, usted es alt@, usted es baj@; usted lleva gafas; usted utiliza bastón.Tú tienes acné, tú estás en pleno estirón, a tí te está cambiando la voz.
¿Es mi mirada lastimera, reprobatoria o de conmiseración?.¿Acaso cuchicheo ante tu poblada cara llena de granos o tu atiplada voz o miro, con atención, el bastón que usted usa para caminar?. Pues no miren así a mi hija, no se lo merece y yo tampoco.

sábado, 23 de abril de 2016

"LAS VENTANAS DE JULIA" (M.A.M.)

En ocasiones, miro a mi hija Julia e imagino una casa llena de pequeñas ventanas.

 En esa casa, cada ventana esconde cosas muy valiosas y otras que no lo son tanto...y en el interior de esa casa vive mi hija Julia.







Todos sus avances han sido una sorpresa. Han sido ventanas que, inesperadamente, se abrieron ante nuestro asombro.

A los once meses bajó del sofá en el que estaba sentada y, sin haber gateado nunca, empezó a caminar firme, sin titubeos...jamás se cayó al suelo.

Otra ventana, al abrirse, albergó una enorme sorpresa: Julia, a los tres años y medio se puso delante de un ordenador y ¡¡¡sabía escribir!!! por lo que, en consecuencia, sabía leer. Nadie le había enseñado cómo hacerlo...ella solamente necesitó mirarme y...¡se puso manos a la obra!.

Tras cinco años negándose a masticar, un día acercó una galleta a su boca y, en lugar de chuparla como había hecho hasta entonces, le dio un enérgico mordisco...desde ese día, abandonó para siempre los purés.

A la misma edad, yo desordenaba voluntariamente una enciclopedia de ¡cien tomos! y ella, sin dudarlo, colocaba los volúmenes en perfecto orden. O, tras haber pasado una tarde entera viendo vídeos, sabia recogerlos perfectamente, cada cinta en su caja correspondiente.

También a los cinco años, el equipo psicopedagógico del centro escolar al que acudía en Oviedo descubrió que Julia poseía una extraordinaria capacidad mental, a día de hoy inexplicable. Dicha habilidad no le resulta en absoluto válida para dar una solución a su falta de comunicación así que...mejor dejarla guardada tras una de las ventanas cerradas.

¡Un día la encontramos realizando dos puzzles simultáneamente con ambas manos!...algo que, sin embargo, nunca ha vuelto a hacer.

Julia, a pesar de no tener lenguaje, logra comunicarse rudimentariamente con gestos y haciendo uso de las tres o cuatro palabras que logra, con gran dificultad, pronunciar. Al menos, sabe decir "si" y "no" y con ello puedo discernir lo que desea en un momento determinado.

Sin embargo, a medida que crece, muchas de las ventanas de esa casa permanecen cerradas.

Julia no puede caminar sola por la calle porque no comprende las señales de tráfico...ante un semáforo en rojo, cruzaría despreocupada, ajena al peligro que corre.

Si pasase ante una tienda de chucherías, entraría y cogería lo que en ese momento le apeteciese, ante la mirada atónita del dependiente pues ella desconoce el valor del dinero...es algo demasiado abstracto para su mente.

Tampoco entiende las normas de comportamiento básicas. Si estamos en un semáforo y la señora que está junto a nosotros le resulta agradable, no duda en darle un abrazo y un sonoro beso ante la atónita mirada de la mujer...al menos, por ahora, no lo ha hecho con ningún hombre...¡menos mal!.

Julia no puede quedarse sola en casa durante un largo periodo de tiempo. No sabría preparar su comida, por ejemplo y, lo que es peor, ante cualquier eventualidad, no tendría capacidad de reacción.

Con los años, su autismo se hace más evidente. Su manera de pasar el tiempo es exactamente igual hoy que hace doce años: mirar películas de Disney, escuchar música...correr, saltar...caminar por el pasillo sin rumbo...me pregunto si no se aburrirá, qué pasará por su cabeza.

Quiero pensar que la mayoría del tiempo es feliz porque casi siempre sonríe, se acerca y me abraza o me besa. Sin embargo, sin saber por qué, empieza a gritar, a morderse, a pegarse con ira, con saña...sus ojos reflejan una angustia tal que ¡cómo me desespera  no saber qué es lo que le ocurre!. Menos mal que, en su día a día, estos terribles momentos no son algo habitual aunque si más frecuentes de lo que desearía.

Pero, en esa casa quedan muchísimas ventanas por abrir y, tal vez, muchas alegría que darnos.

En ese casa en la que habita Julia, al abrir alguna de sus ventanas, se escapan sus besos, su ternura, su amor, su sonrisa, su felicidad... El resto de las ventanas permanecerán cerradas hasta que Julia decida abrirlas algún día...o tal vez no.

                                   

                                 

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