Hoy he acudido con Julia a la consulta de su psiquiatra a la que conocemos desde hace ¿diez años, doce años, catorce años?...ya no lo recuerdo.
A pesar de que es una mujer amable en el trato no puedo evitar sentirme decepcionada cada vez que salgo de su consulta.
Frente al autismo de Julia, sus estereotipias, sus crisis de ansiedad, su mutismo, no existe ninguna fórmula mágica. Sin embargo, cada vez que acudo a su consulta, tengo la vana esperanza de que algo haya cambiado que, en el tiempo transcurrido desde la última visita, una nueva terapia recién nacida me aporte la esperanza que ya no tengo.
Como ya he comentado en otros "post" una de las peores caras del autismo es que se hace más evidente a medida que pasa el tiempo. Julia no está peor que hace diez años...tampoco está mejor...pero lo que antes pasaba desapercibido ahora es visible, evidente, palpable...y eso duele.
Ahora recuerdo con añoranza cuando mi hija tenía tres, cuatro, cinco años y yo aún esperaba el milagro de su total curación. Fueron años muy duros, pero me mantenía la esperanza de que un día Julia se levantase de la cama y ¡hablase!.
Asistíamos a clases de logopedia, psicomotricidad, natación, hípica, musicoterapia pero, tristemente, llega un momento en el que te das cuenta que el autismo es ese gran monstruo que vive de alimentarse de la esperanza de los padres.
En la actualidad, Julia, en el colegio al que asiste, recibe todo tipo de apoyos pero yo los contemplo desde la distancia de la incredulidad. Me falta la ilusión de hace unos años. Ahora mismo a lo que realmente aspiro es a que mi hija pueda tener una vida plenamente feliz...ya no sueño con la posibilidad de que hable, de que pueda ir sola por la calle, de que podamos ir a la piscina o a un restaurante sin que todo el mundo la mire con curiosidad o acritud...solamente pido que sea feliz.
Y la única solución que la psiquiatría ofrece a su ansiedad, a su hiperactividad, a sus crisis, a su falta constante de sueño, a su necesidad imperiosa de correr, a sus gritos pasa ¡cómo siempre! por la medicación. No me importaría si supiese que por administrarle una cápsula durante un año...incluso dos...todo lo que le imposibilita llevar una vida normal y lo que hace muy difícil una convivencia tranquila, desapareciese para siempre. Pero no es así. Julia está abocada a estar medicada el resto de su vida y eso, a demás de preocuparme, me entristece.
Lo siento, cada vez que acudo a la consulta de la psiquiatra de Julia mi ánimo está bajo mínimos. Por eso he querido ilustrar este "post" con un "selfie" en el que aparemos Julia y yo...como veis, su abrazo es un regalo.
Mañana será otro día, saldrá el sol ( o no ) y yo continuaré avanzando...no puedo permitirme el lujo de parar, de claudicar.
Mis dos hijas merecen ser felices.
Yo, Jannet tengo un hijo Santiago con autismo severo con las mismas características de Julia y me sentí muy conmovida por que lo que tu expresas ya que es exactamente lo que yo siento, mi hijo tiene 10 anos y tengo ocasiones en las que se me agota la paciencia y pierdo total esperanza, hay si que me duele, después me pasa esta sensación y solo quiero estar con el y cuidarlo, así muera de agotamiento, mi vida mi mente esta todo el tiempo en función de este ser, antes veía el futuro con esperanza de que sanara o mejorara un poco, ahora me da miedo pensar en como sera en 10-20 anos, solo espero que yo este presente para poder ayudarlo.
ResponderEliminarTe entiendo perfectamente...aquí estoy para cuándo necesites hablar, desahogarte, llorar o reír...Un abrazo.
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