Julia corriendo en plena naturaleza es ¡¡¡feliz!!!...
Mi hija Julia tiene veinte años y crece paralelamente al blog que inspiró, por eso anualmente anoto cada cambio de edad.
Tiene Autismo "no verbal".
Usted es gord@, usted es calv@, usted es alt@, usted es baj@; usted lleva gafas; usted utiliza bastón.Tú tienes acné, tú estás en pleno estirón, a tí te está cambiando la voz.
¿Es mi mirada lastimera, reprobatoria o de conmiseración?.¿Acaso cuchicheo ante tu poblada cara llena de granos o tu atiplada voz o miro, con atención, el bastón que usted usa para caminar?. Pues no miren así a mi hija, no se lo merece y yo tampoco.

viernes, 17 de enero de 2014

Efectos metabólicos y endocrinos adversos de los antipsicóticos de segunda generación en los niños y adolescentes

Desde este espacio nos hemos cuestionado muchas veces el riesgo/beneficio del uso de antipiscóticos atípicos en niños y adolescentes. El efecto a medio/largo plazo del uso sostenido de este tipo de fármacos no nos parecía que se hubiese estudiado en profundidad.
No lo podemos negar, hay un inmenso negocio tras este tipo de medicamentos y alrededor de un 5 al 8% de niños  son posibles “clientes” y cuando hay un gran negocio siempre hay grandes intereses y la ética suele relegarse a un segundo plano. Y esto no es algo que se me haya ocurrido a mi hoy, la cosa viene de atrás, pueden leer este artículo de The New York Times publicado en Noviembre del 2008, donde  ya se pone de manifiesto una posición crítica sobre el uso de este tipo de medicamentos en niños, haciéndose hincapié en la poca información sobre los posibles efectos adversos de este tipo de medicamentos.
En otro estudio publicado 24/02/2010 en Medscape Today ya se abordaba también este tema tan peliagudo, el estudio  Unsupported Antipsychotic Use in Children Widespread (El enlace al artículo original es este, pero hemos guardado una versión en PDF ya que el sitio requiere de un registro). Los autores encontraron que el número de niños menores de 18 años (en una base de datos estatal de Medicaid) que fueron tratados con antipsicóticos de segunda generación se duplicó entre 2001 y 2005. También encontraron que entre los nuevos “pacientes”, el 41,3% no tenían un diagnóstico cuyo tratamiento fuese apoyado por un estudio publicado, es decir, se pone en duda el diagnóstico El nivel más alto de uso no basado en la evidencia se realizaba con aripiprazol (Abilify) en el 77,1%  (Sobre este medicamento ya publicamos información que pueden encontrar aquí). “Estos resultados se suman a la evidencia de que el tratamiento de niños con medicamentos antipsicóticos de segunda generación ha aumentado dramáticamente en los primeros años de este nuevo siglo,” según constatan los autores del estudio. Sin embargo, añaden, “se necesitan más estudios para determinar si esta tendencia es igual en otras poblaciones pediátricas, especialmente entre los niños que no están inscritos en Medicaid.”
Por tanto, el panorama es claro, existe una tendencia al alza en el uso y prescripción de este tipo de medicamentos.  Pero la pregunta del millón es la misma, ¿Cómo afectará este uso sostenido de este tipo de medicamentos a medio y largo plazo en niños? Pues empiezan a llegar respuestas.
Se ha publicado recientemente, en la sección Articles in Press, de European Psychiatry un interesante artículo titulado Metabolic and endocrine adverse effects of second-generation antipsychotics in children and adolescents: A systematic review of randomized, placebo controlled trials and guidelines for clinical practice, donde se ha pretendido revisar de forma sistemática los efectos metabólicos y endocrinos adversos de los antipsicóticos de segunda generación en los niños y adolescentes
En esta revisión sistemática ha sido realizada en Medline, PubMed y Google Scholar sobre ensayos clínicos aleatorios y controlados con placebo de antipsicóticos en niños y adolescentes (menores de 18 años) entre 1.996 y febrero de 2.010. La búsqueda se completó con la bibliografía de los artículos obtenidos en una primera instancia. Se contactó a los autores para que suplieran de información no publicada. Además, se revisó la información relativa al aumento de peso en los ensayos clínicos aleatorios controlados con placebo y en los ensayos simple ciego realizados en niños y adolescentes con fármacos que tienen alguna indicación pediátrica.
Un total de 31 ensayos clínicos aleatorios y controlados cumplieron con los criterios de inclusión. Los datos obtenidos nos confirman la asociación entre el uso de los antipsicóticos de segunda generación y los efectos adversos cardiometabólicos y endocrinos en la población estudiada, como hiperprolactinemia, aumento de peso y trastornos metabólicos. Sólo se pudo meta-analizar la información relativa al cambio de peso. La Ziprasidona se asoció con un menor aumento de peso (0,04 kg; IC95% 0,38 a +0,30), seguido de aripiprazol, quetiapina, risperidona y olanzapina (3,45 kg; IC95% 2,97-3,97). El aumento de peso fue más prevalente en pacientes con autismo, más jóvenes y menos expuestos previamente a los antipsicóticos.
Como conclusión, los datos del estudio sugieren que es necesaria la monitorización rigurosa de los efectos adversos, así como la selección, en primer lugar, de los fármacos menos problemáticos. Además, es esencial una buena colaboración entre psiquiatras infantiles, médicos de familia y pediatras para maximizar los resultados y reducir la morbimortalidad cardiovascular prematura. En pocas palabras, que no existe un  procedimiento, que, de forma rigurosa, controle los efectos a corto plazo  del uso de estos medicamentos o de sus posible inferencias a nivel global en la salud de los niños.
Nos encontramos ante un panorama de aumento en la prescripción de este tipo de medicamentos a niños y adolescentes, y a pesar de este aumento no parecen tenerse en cuenta los riesgos asociados en el corto plazo, la diabetes es un ejemplo claro y mucho menos los efectos a largo plazo. Se recomienda encarecidamente que se controle de forma rigurosa el primer trimestre de administración de este tipo de medicamentos en niños y adolescentes para poder descubrir reacciones adversas, y por tanto, mejorar en el uso y administración de este tipo de fármacos. Bien, me parece estupendo, pero,…, siempre hay un pero. Para los padres puede ser relativamente fácil el descubrir muchos de estos efectos adversos en sus hijos, bien sea por cambio en la conducta (irritabilidad, problemas de sueño), por cambios físicos (Aumento de peso), o por algún otro síntoma que sea visible para los padres. Pero si el niño en cuestión tiene autismo y poco o ningún lenguaje ¿Podrá decirnos el niño como le afecta a él en lo emocional, intelectual, en  la percepción del entorno, en lo sensorial,…? Creo que eso va a ser difícil.
Este es sin duda un tema delicado, muy delicado.

(" AUTISMO DIARIO " )

No hay comentarios:

Publicar un comentario