Julia nació a las 19 h. tras un parto maravilloso, doloroso, pero maravilloso. Tras un único empujón nació la niña más guapa que había visto nunca; la pusieron sobre mi pecho y, al oir mi voz, levantó la cabeza y me miró fijamente con sus enormes ojos negros. Desde ese instante, supe que nada iba a ser igual.
Era tan feliz. Cinco meses después, estaba nuevamente embarazada de quien sería mi segunda hija, Celia.
Dos años y medio después todo cambió. Aquella niña, que parecía una muñeca, cambió. Eran cambios sutiles, pero demasiado evidentes. El resto ya lo conocéis todos los que seguís este blog.
Ese monstruo silencioso llamado autismo se asentó en nuestra vida para quedarse.
Hoy Julia cumple 18 años. "Oficialmente", deja de estar dentro del Trastorno de Espectro Autista y pasa a tener Autismo no verbal y, a pesar de que en determinadas áreas cerebrales sobresale muy por encima del resto, al no ser capaz de realizar una serie de tareas que se consideran indispensables para la vida cotidiana de una persona, han añadido el epígrafe "Retardo Mental". Os aseguro que ese día, hace una semana, fue terrible.
Pero sé que debo pensar en positivo. Julia es una fuente inagotable de mimos, besos, abrazos y, sobre todo, es FELIZ...realmente, ahora mismo, lo único que deseo es que continúe siendo FELIZ...espero que ella sepa que yo voy a estar siempre ahí, a su lado, "ayudándole a atar los cordones de sus zapatillas".
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