Ya he contado en algún "post" las manías de Julia que, si bien generalmente son llevaderas, otras veces pueden llegar a desesperar como hoy ha ocurrido con su hermana Celia.
A Julia le apasiona tirar cosas por la ventana de su habitación que, menos mal, da a un patio de luces. Es curioso pero...la entiendo. Cuando yo era pequeña tiré por la ventana desde relojes despertador a libros...mi madre aun recuerda como me deshice de su DNI y de varias fotografías. Hoy en día, si al colgar la ropa una pinza se desprende de mis manos, verla caer me produce un placer difícil de explicar. Es más, en ocasiones he lanzado pequeñas hebras de hilo para verlas volar, al compás del viento, hasta perderlas de vista.
Acostumbro a bajar los cuatro pisos de mi casa andando y hoy, al llegar al primero, desde el que se vislumbra perfectamente el patio al que se asoma la ventana de Julia, pude ver a la perfección y comprobé que había lanzado cuatro cajas, con forma de corazón, de diferentes tamaños, procedentes de la habitación de su hermana Celia. En ellas guardaba innumerables pendientes, anillos y pequeños recuerdos.
Estupefacta y con temor a que Celia se diera cuenta, bajé al patio y...¡armándome de paciencia!...fui recogiendo pequeños pendientes, por un lado...sus tuercas, por otro; anillos, pequeños recuerdos, desde libras esterlinas hasta etiquetas de marcas de ropa que colecciona. Pero dos de las cajas eran de cartón y dado que ha llovido durante toda la noche y parte del día, han quedado práticamente inservibles. ¡Menos mal que dos pequeñas cajitas con forma de corazón, regalo de su amiga Claudia, lograron salvarse de la lluvia!.
Pero lo peor quedaba por venir. Cuando Celia se enteró, su ira se desató como sólo se puede desatar en una adolescente de 16 años, que ha visto invadido el espacio de su habitación y, lo que es peor, ha contemplado con espanto lo que yo pude recoger. Sus ojos se llenaron de lágrimas y los improperios soltados por su boca con su hermana como diana parecían no tener fin.
Es en situaciones como esta cuando me doy cuenta de que el autismo sigue siendo el gran incomprendido y yo me siento en medio. Por un lado entiendo a Celia, su enfado, su ira...pero por otro, comprendo a Julia...sus peculiaridades difícilmente comprensibles para aquellos ajenos a las particularidades del autismo...sus átipicas formas de diversión...
Celia insultó a su hermana ante mi desesperación, intentando recordarle el autismo de Julia. No quiero repetir los inproperios porque fueron fruto del enfado del momento pero...si a Celia tengo que recordarle que algunos de los comportamientos de Julia vienen motivados por su autismo...y vive desde siempre con ella...¿cómo puedo pretender que, personas que no conocen a Julia, puedan entender sus atípicos comportamientos?.
¿La solución adoptada?. Un nuevo candado que pone freno a las ansias expansivas de Julia.
Lo positivo, porque de todos estos acontecimientos hay que quedarse con el lado positivo, es que el enfado de Celia a penas duró unos quince minútos, los que le llevó ordenar lo desordenado...y Julia, desde su propio mundo, ni tan siquiera reparó en el enfado de su hermana.
Un día más en mi convivencia con el autismo...¿difícil?, sí...¿apasionante?, también.
Al menos, las aguas tranquilas han vuelto a su cauce.
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