Esta tarde hemos ido solas a la playa. No he hecho como hacía otras veces que buscaba el rincón más aislado y alejado del resto de la gente; no, hoy he buscado un lugar cercano a la orilla, independientemente del número de bañistas que nos rodeasen. He estirado las dos toallas.
Julia se ha desvestido tirando sus bermudas y su camiseta, convertidas ambas en lo más parecido a un acordeón, sobre la arena. Primeras miradas...Pero, ahora, me da igual. Es más, hoy me hubiese apetecido gritar, para que me escuchase todo aquel que quisiera:
-Mi hija sabe desvestirse sola. De acuerdo, no es capaz de doblar su ropa y, por supuesto, tiene muchísimas dificultades para vestirse sin mi ayuda pero, al menos, se desviste sola...aunque tire su ropa sobre la arena.
Esta tarde le he dicho que la ropa debe guardarla en la bolsa. Veremos qué hace mañana. Si la guarda en el capazo, aunque sea a riesgo de llevar media playa dentro, será otro reto conseguido.
Seguidamente, le he echado crema por la espalda, los brazos, las piernas, la cara. Nuevamente las miradas. Pero, me resultan indiferentes. Además, llegados a este punto, la gente que nos rodea empieza a darse cuenta de que algo no funciona bien. Y nuevamente me apetecería decir en voz alta:
-Sí, debo echarle yo la crema a mi hija, pero ahora la acepta, ahora no la rechaza. No grita ante la textura grasa, al contrario, se relaja.
Después, hemos ido a darnos un baño. Julia en el agua se entusiasma; cada ola que llega se traduce en una carcajada estruendosa, en un grito de alegría, en unos aleteos con sus brazos que es incapaz de controlar. Nuevas miradas. Pero, esos que miran, desconocen que mi hija sabe nadar; por supuesto, sin estilo, pero es capaz de seguirme hasta donde no hace pie y volver junto a mí hasta la orilla.
Cuando regresamos a la toalla, Julia no se tumba "ad hoc". A ella le resulta indiferente que la mitad de su cuerpo esté sobre la arena. En este momento entra en estado de total relajación y...vuelven las miradas. Asumo que puede resultar atípico ver a una joven, sentada sobre la toalla, "hechizada" ante la visión del paso de la arena entre sus dedos o haciendo surcos, lineas, curvas hasta quedar rodeada por los dibujos que ella misma ha realizado...pero es en este punto cuando me doy cuenta que mi maduración como madre de una persona con autismo ha aumentado enormemente. Tranquila, sabiendo que no se mueve de mi lado, cierro los ojos, tumbada boca arriba o leo un libro, tumbada boca abajo.

Cuando las miradas son inmisericordes es a la hora de recoger. Julia tienes muchísimos problemas de psicomotricidad fina. Es incapaz de eliminar la arena que tiene pegada a su cuerpo que, puedo asegurar, es mucha. Debo limpiarla con una toalla los brazos, las piernas, la espalda antes de vestirla porque no, Julia no es capaz de vestirse sola. Podría hacerlo sino me importase que llevase el pantalón desabrochado, el cinturón suelto, la camiseta al revés y los playeros sin atar, pero me importa y....me da igual que hoy una señora, que parecía estar muy aburrida, no nos quitase sus ojos de encima durante el proceso de recogida, limpieza de arena y vestido final.
Creo que cada día que pasa, Julia y yo estamos madurando. Ella en su lucha diaría, superando pequeños retos que no dejan de ser pasos de gigante y yo obviando miradas que, antes, me dañaban.