martes, 14 de marzo de 2017

" LA DIFERENCIA DE SEXOS EN EL AUTISMO...DIFUMINADA Y CONFUSA" (M.A.M.).

El mundo del autismo es apasionante. Me encantaría haber accedido a él por otras circunstancias que no fuesen tener una hija diagnosticada dentro del Trastorno de Espectro Autista,  pero aún así y lo mal que lo he pasado, lo paso y lo pasaré, todo lo que rodea a este mundo es increíble.

Existe una creencia muy extendida que afirma que la distinción de sexos empieza ya durante el embarazo de la madre. Si el futuro bebé es una niña, los regalos que recibe, ya antes de nacer, giran en torno al color rosa: habitación rosa, ropa rosa, peluches rosas... En cambio, si el futuro bebé es un niño, el color establecido es el azul: habitación azul, ropa azul, peluches azules.

Pero las diferencias entre niños y niñas persisten tras su nacimiento.

Las niñas, aún en el hospital, ya sufren la perforación de sus orejas para lucir femeninos pendientes (algo a lo que yo me negué tanto con Julia como con Celia) y sus juegos, básicamente, se centran en muñecas que simulan ser sus bebes, o bien en "cocinas" de juguete que les permiten actuar como verdaderas amas de casa. Los niños juegan con coches o pistolas, al fútbol, a "policías y ladrones"...todos, juegos que implican acción y movimiento.

Según algunas teorías sociológicas defendidas, básicamente, por ciertos sectores "feministas", las niñas serían educadas en la sensibilidad, la afectividad, la ternura, la delicadeza, la emotividad todo ello con una única finalidad: convertirlas en futuras mujeres deseosas de ser esposas y madres, mientras que a los niños se les inculcaría "valores" como la valentía, la fuerza, el triunfo, la competitividad, la frialdad y, así, convertirse en futuros hombres depredadores con ganas de triunfar.

Desde mi propia experiencia, puedo afirmar que los valores que he intentado inculcar a mis dos hijas nos han venido marcados por el sexo, sino por la lógica. He preferido educarlas en la bondad, la generosidad, la sensibilidad... y, aunque el autismo de Julia le imposibilita entender las emociones ajenas, ambas son en la actualidad dos "buenas personas". También me gustaría añadir que Celia, mi hija pequeña, desde su "normalidad", jamás sintió atracción por los muñecos que simulaban ser bebés y nunca pidió en su "carta a los Reyes Magos" una "cocina" de juguete o un "set de limpieza", tamaño mini.


Las personas diagnosticadas dentro del Trastorno de Espectro Autista son cinco veces más comunes en niños (1 de cada 54) que en niñas (1 de cada 252). Al ser un diagnóstico que, tristemente, tarda en llegar, sí es cierto que ellas y ellos están destinados a ser vestidos de rosa o azul, respectivamente; que probablemente, las niñas sigan sufriendo la perforación de sus orejas para lucir femeninos pendientes y que sus primeros juguetes vengan definidos por su sexo... pero, pronto, todo cambia.

Algo que llama la atención a los padres de niños y niñas TEA es que no juegan como se presupone que deberían hacerlo. Observan que no tienen desarrollado el juego simbólico; es decir, las niñas no juegan a "mamás... los niños no se entretienen simulando ser soldados en un campo de guerra.

Tengo una amiga madre de dos niños autistas y puedo asegurar que cuando se juntan sus dos hijos, uno de 19 años y otro de 10, con mi hija, de 17, muchos estudiosos del autismo les gustaría estar en nuestro lugar desde el que podemos analizar de manera natural el comportamiento de nuestros hijos tan dispares entre sí pero tan iguales a la hora de entretenerse.

Son tres personas autistas pero cada una es radicalmente diferente de las otras dos aunque compartan algunos rasgos que, fuera de lo que pudiese parecer, son menos de los que se podría pensar.

Una de las cosas que más me ha llamado la atención es que, incluso en el mundo del autismo, existen diferentes actitudes según se trate de un niño o una niña. Estas diferencias son innatas, no son aprendidas, por lo que se cae por tierra el mito de los juguetes "sexistas".


Los tres se entretienen con juegos físicos como saltar, correr, botar sobre una gigantesca pelota, columpiarse, nadar; a los tres les apasiona la música y ver películas de dibujos animados y también les entusiasman algunos juegos más sofisticados para los que hacen uso del ordenador o la utilización de consolas de vídeo juegos. Aquí Julia es un "crack", salvo un pequeño problema: tenemos que estar con ella mientras juega pues, cuando Mario Bros muere en una jugada, su aceptación del fracaso es nulo y manifiesta su enfado tirando por la ventana la Game Boy. Puedo manifestar que cuando has comprado ya nueve o diez consolas empiezas a plantearte si merece la pena, pero cuando la ves jugando todas tus dudas desaparecen.

A Julia jamás le han llamado la atención las muñecas. Toda "Barbie" de su hermana que caía en sus manos era objeto de su afán investigador; le tiraba del pelo, le arrancaba la cabeza, las piernas o los brazos para luego disponerlos aleatoriamente, ante la lógica desesperación de Celia, Sin embargo, siempre le han entusiasmado los peluches. Tal vez le relaje abrazarlos y le guste la posibilidad de girarlos y retorcerlos, una y otra vez...Aún duerme con un oso que le regalé en su segundo cumpleaños, aunque el pobre ya ha perdido la nariz y uno de sus ojos y si aun conserva sus piernas y brazos es porque han sido cosidos más de un centenar de veces... pero resulta muy tierno ver como, antes de meterse en la cama, coge a su oso, le da un beso y le mete entre sus mantas.

A pesar de su autismo, Julia conserva una feminidad innata, alejada de todo convencionalismo social.

El peque de mi amiga tiene muchísima fuerza y lo puedo asegurar, por propia experiencia. Pues bien, en una ocasión que golpeó a Julia (algo que las madres de niños con autismo llevamos con naturalidad porque, en cualquier momento y sin saber por qué, puede suceder algo parecido) yo pensé que ésta se defendería devolviendo el tortazo aún con más fuerza...¡nada más alejado de la realidad!...se retiró con una feminidad digna de una pequeña mujercita que a mí misma me dejó asombrada.

Pero no puedo obviar una realidad. Julia es grande en tamaño y en peso...sus abrazos me estrujan, sus besos son estruendosos y, si en un momento de enfado te da uno de sus famosos pellizcos, puedo asegurar que el dolor que sientes es similar al que sufres con una inyección intramuscular.

Cuando corre por el pasillo de casa, galopando, los cuadros de las paredes se mueven...si salta sobre su gigantesca pelota, las paredes vibran...ya ha roto ¡ocho camas! tirándose "en plancha" sobre ellas. Pero, cuando saca su lado más femenino, es "comestible"...solicita, a su manera, suaves cosquillas, dulces besos o tiernas caricias y, en esos momentos, todo en ella se vuelve mimo, cariño y amor. Y es consciente del poder que tiene una delicada mirada o una de sus maravillosas sonrisas.

No me preguntéis el por qué pero es un hecho que las mujeres, autistas o no, tienen desarrolladas la sensibilidad, la suavidad, la delicadeza, independientemente del juguete con el que se entretuviesen de pequeñas...y los hombres, autistas o no, poseen una mayor fuerza física, cierta frialdad emocional y también, por ejemplo, una mayor inclinación a la camaradería, indistintamente de cuál fuese su juguete favorito en la infancia.

Aún así... no hay dos personas autistas iguales, incluso dejando a un lado su sexo. Tal y como afirmó Stephen Scherer, director del Proyecto Autism Speaks, el pasado año: " cada niños con autismo es como un copo de nieve, único".



Julia y Celia este verano, ambas, me han demostrado  que se puede romper muchas barreras del autismo, simplemente, con amor, felicidad y utilizando el juego como elemento comunicador.
Me siento muy orgullosa de mis hijas,                                                          


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